11/09/2011

Una mesa de Fraternidad, para todos

No podemos dejar de pensar en todos estos hermanos y hermanas que viven en la extrema pobreza. Quedan excluidos de la sociedad, no son tomados en cuenta, sino sólo en momentos de elecciones o cuando necesitan apoyo los grupos políticos. Están fuera de la sociedad. Se encuentran no sólo en nuestro pueblo de Zafra, sino en todas las partes del mundo. La mesa del rico Epulón cada día es más grande, tiene más manjares, más sofisticados, pero tiene menos comensales, y la cantidad ingente de Lázaros tirados a la puerta del nuevo sistema es cada día más grande.
Este gran abismo que se va creando entre pobres y ricos, ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y desechables”.
La sociedad conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro mundo y que mantiene en la pobreza a una multitud de personas. La pobreza es hoy pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías. La pobreza hoy es exclusión, olvido y marginación.
Si no se piensa en hermanos, no se puede compartir la mesa. Sólo una mesa compartida es señal de hermandad. No se trata de dar migajas, ni acallar la conciencia dando desperdicios. No se trata de dar la vuelta al orden actual solamente para que los pobres aparezcan como nuevos “patrones” que opriman a otros pobres, sus hermanos. Se trata de crear un nuevo orden, un nuevo sistema, donde todos seamos hermanos.
Por eso, frente a esta inhumana globalización, sentimos una fuerte llamada para promover una globalización diferente, que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos.
Hay quienes cierran los ojos y ponen cortinas para no ver la realidad. O se escudan en que no pueden ellos cambiar el sistema mundial. Pero la transformación mundial pasa por las pequeñas acciones que hacemos cada uno de nosotros. Si nosotros no cambiamos el corazón, nunca podrá cambiar el mundo.
Muchos países se han propuesto lograr la llamada "Hambre cero", combatir el problema de las drogas, incrementar la alfabetización y eliminar la pobreza. Para alcanzar estos objetivos y reducir así la desigualdad entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de bienes básicos como la educación, la salud y la vivienda, es fundamental la transparencia y honradez en la gestión pública que, frente a cualquier forma de corrupción, favorecen la credibilidad de las autoridades ante los ciudadanos y son determinantes para un justo desarrollo. Sólo con un corazón de hermanos podremos lograr una mesa para todos, una mesa de fraternidad.

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