11/29/2011

EL FUTURO DE LA HUMANIDAD

¿A donde va el futuro de la Humanidad?

El cristiano está llamado continuamente a movilizarse para hacer frente a los múltiples ataques a que está expuesto el derecho a la vida… la vida es el primero de los bienes recibidos de Dios y es fundamento de todos los demás.
La conciencia cristiana tiene una necesidad interior de nutrirse y fortalecerse con las motivaciones múltiples y profundas que militan a favor del derecho a la vida. Es un derecho que exige ser sostenido por todos, porque es el derecho fundamental en orden a los otros derechos humanos.
La conciencia cristiana como sustento del derecho a la vida, para hacer frente a los múltiples ataques a que está expuesto el derecho a la vida. Los ataques contra el derecho a la vida en todo el mundo se han extendido y multiplicado, asumiendo nuevas formas. En los Países en vías de desarrollo son cada vez más fuertes las presiones por la legalización del aborto y se incrementan las políticas de control demográfico, a pesar de que ya han sido reconocidas como perniciosas incluso en el plano económico y social.
En los Países más desarrollados, como es el caso de España crece el interés por la investigación biotecnológica más refinada, para establecer sutiles y extensas metodologías de eufemismo hasta la búsqueda obsesiva del 'hijo perfecto', con la difusión de la procreación artificial y diversas formas de diagnósticos tendentes a asegurar su selección, se promueven leyes para legalizar la eutanasia.
En estas situaciones, la conciencia, arrollada a veces por los medios de presión colectiva no demuestra suficiente vigilancia acerca de la gravedad de los problemas en juego, y el poder de los más fuertes debilita y parece incluso paralizar a las personas de buena voluntad. Es por lo tanto urgente y necesario recurrir a la conciencia y, en particular, a la conciencia cristiana. La formación de una conciencia verdadera, basada en la verdad y línea recta, determinada a seguir sus dictámenes, sin contradicciones, sin traiciones y sin compromisos, es hoy una empresa difícil y delicada, pero imprescindible.
Y es una empresa obstaculizada, por desgracia, por diversos factores que ha citado el creciente rechazo de la tradición cristiana y la idea de algunos de que la conciencia individual, para ser libre, debería deshacerse tanto de referencias a las tradiciones, como de las basadas en la razón. Así la conciencia, que es acto de la razón mirante a la verdad de las cosas, deja de ser luz y se convierte en un simple fondo sobre la que la sociedad de los medios de comunicación lanza las imágenes y los impulsos más contradictorios.
Hoy es necesario volver a educar en el deseo del conocimiento de la verdad auténtica, en la defensa de la propia libertad para elegir frente a los comportamientos de masa y a las lisonjas de la propaganda, para nutrir la pasión por la belleza moral y la claridad de la conciencia. Esta labor corresponde a los padres y a los educadores, pero también a la comunidad cristiana respecto a sus fieles.
No podemos conformarnos con un fugaz contacto con las principales verdades de fe en la infancia, es necesario un camino que abra la mente y el corazón de las personas durante las distintas etapas de la vida para que acojan los deberes fundamentales en los que se apoya la existencia del individuo y de la comunidad. Cuando falta una formación continua y cualificada de la conciencia, se hace más difícil el juicio sobre los problemas planteados por la biomedicina en materia de sexualidad, procreación, así como en el modo de tratar y curar a los pacientes y a los más débiles de la sociedad.
Junto a la formación cristiana, destinada al conocimiento de la Persona de Cristo, de su Palabra y de los Sacramentos, en el itinerario de fe de los niños y adolescentes se debe unir coherentemente el discurso sobre los valores morales que conciernen a la corporeidad, la sexualidad, el amor humano, la procreación, el respeto por la vida en todos los momentos, denunciando al mismo tiempo con válidos y precisos motivos, los comportamientos contrarios a estos valores primarios.
En una sociedad a veces ruidosa y violenta pueden contribuir a despertar en muchos corazones la voz elocuente y clara de la conciencia, a distinguir con cuidado los derechos y deberes que les corresponden como miembros de la Iglesia de los que les compiten como miembros de la sociedad humana… para que aprendan a armonizarlos entre ellos, recordando que en todo lo temporal, deben dejarse conducir por la conciencia cristiana, porque ninguna actividad humana, ni siquiera temporal, puede sustraerse de Dios.
La vida es el primero de los bienes recibidos de Dios y es fundamento de todos los demás; garantizar el derecho a la vida a todos y de forma igual para todos es un deber de cuyo cumplimiento depende el futuro de la humanidad.

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