10/30/2011

La crisis, la pagan siempre los mismos

¿Por qué será que tenemos tanto miedo a la transparencia? ¿Por qué buscamos escondernos detrás de las apariencias? ¿Quién estará libre de estos pecados? ¿Quién no trata, consciente o inconscientemente, de ocultar sus errores?
A pesar de que se firmen papeles y compromisos, a pesar de que machaconamente se afirme que se cumple con hechos, a pesar de que todos nos decimos honestos y coherentes, no importa mucho lo que digamos, que lo importante son nuestras acciones y nuestros frutos. La sociedad nos exige coherencia y signos visibles de credibilidad que sean testimonio de vida, que manifiesten unidad de los creyentes, que hablen por sí mismos del compromiso con los pobres y pequeños. Pero nosotros le hemos quitado el valor a las palabras y las hemos hecho huecas y vacías. ¿Cómo devolverles su valor? Las graves incongruencias de un país que se dice cristiano y que se hunde en la corrupción de los poderosos, y la mentira por sí solas nos desmienten. La separación entre la fe y la vida cotidiana es uno de los más graves errores que estamos cometiendo.
“Echan fardos sobre las espaldas de los otros”
Es una doble moral insoportable que pretende que los demás hagan lo que nosotros no estamos haciendo. Se pretende superar la crisis económica cargando de impuestos y restricciones a quienes menos tienen; se asumen programas solidarios para quedarse con las ganancias; se reta a que los demás actúen con transparencia y honestidad y se esconden las verdaderas intenciones.
La fama, el honor, mantos y coronas, han seducido a todos los hombres y mujeres. También a quienes vivimos en la Iglesia nos seduce el deseo de aparecer y de ostentación. No podemos vivir de apariencia
Cristo hoy también nos dice que el único camino para ser grandes es el servicio. ¿Cómo estamos sirviendo? ¿Cómo nos mira Jesús a quienes somos sus seguidores y discípulos? ¿Estamos sirviendo o sólo nos hemos dedicado a hablar y a recibir honores?

10/20/2011

Extendamos las manos a los Hermanos

En un mundo que se sumerge en tanta desventura, que pierde la esperanza, los que nos decimos cristianos no hemos sabido llevar “Evangelio”, “Buena Nueva”. Hemos visto corrientes de predicación que parecen golpear con la Biblia, aturdir con los mandatos, castigar, condenar y destruir. Asustar con terribles castigos o con finales catastróficos prontos a llegar. Pero eso no es evangelio, evangelio es Buena Nueva. Miremos de cerca la vida de Jesús y entenderemos que Él siempre devolvió dignidad al pobre, ternura al oprimido. Es maestro que da vida, es maestro que acerca a la salvación. Todos tenemos que ser discípulos y misioneros para que todos los pueblos en Jesús tengan vida y que nadie se quede con los brazos cruzados pues ser misionero es acercar a Cristo con creatividad y audacia a todos los lugares.
Cada vez que los cristianos, a lo largo de la historia, nos hemos confiado a nuestro propios medios: capacidades, palabras, dinero, alianzas, poderes, sustituyendo con lo humano el mensaje divino, cada vez hemos fracasado y el mensaje ha quedado desvirtuado, velado y empequeñecido. No nos hagamos ilusiones de arrojar demonios con signos y conjuros. Hay que expulsar el demonio de la ambición, del egoísmo, de la injusticia y de la opresión. Hablar un lenguaje nuevo: el lenguaje de hermanos, el lenguaje de la comprensión y del compromiso, el lenguaje que tiende la mano a todo hermano o hermana no importa de dónde venga o de dónde sea. Sanar a los enfermos: nunca será creíble una doctrina que olvide y deje en el abandono a los hermanos. La fidelidad a Jesús nos exige combatir los males que dañan o destruyen la vida.

10/17/2011

No podemos convertinos en esclavos


Nadie queda excluido de la obligación de promover una verdadera justicia y nadie puede esconderse en la sacristía en los momentos de crisis donde urge la presencia, la valentía y el dinamismo de los discípulos. Pero tampoco nadie puede arrogarse la inteligencia y la bondad divina utilizando la religión para sus proyectos personales o partidistas. Queda desautorizada cualquier pretensión de dominio absoluto sobre el pueblo, la tierra y la persona humana. No se debe manipular los sentimientos religiosos. Tenemos que vivir con una verdadera libertad del corazón, en nuestra vida personal, en la familia y en la sociedad. No podemos convertirnos en esclavos de las cosas, del poder ni de la religión. ¿Cómo asumo mis responsabilidades civiles: busco el bien de la comunidad o mis propios intereses? ¿Actúo con indiferencia ante los problemas sociales y políticos, o participo responsablemente?