11/23/2011

Familia: ¡Al rescate de los mayores!

Algunos cambios sociales y las condiciones actuales de vida han limitado la función de los mayores dentro de la familia. Gracias al aumento de la longevidad, actualmente hay más personas que nunca con posibilidad de ser mayores, y de serlo por más tiempo.
Los mayores ocupan un lugar destacado en la vida de los más jóvenes. Para un joven, sólo los padres están por encima de los mayores en la jerarquía del afecto.Las personas mayores son como "libros vivientes y archivos de la familia". Transmiten experiencia a sus familiares más jóvenes y les inculcan valores.
Esta función es especialmente importante en la actualidad, ya que, los mayores están en condiciones de ayudar a comprender principios hoy olvidados con demasiada frecuencia, y sin embargo esenciales para una buena vida familiar. Y se aprende más de diez personas mayores que de diez expertos en temas familiares.
En particular, los mayores pueden ser excelentes transmisores de la herencia de los valores y símbolos vivientes de la tradición y de las trascendencias. La exaltación de la juventud como valor en sí mismo ha llevado a un cierto menosprecio de los mayores.
El culto acrítico a las novedades crea el prejuicio de que por boca del familiar mayor habla un pasado caduco, más que la experiencia y la sabiduría, por lo que sus opiniones son menos tenidas en cuenta. Esto es, en ocasiones, tan general y notorio, que muchos mayores renuncian a dar consejos a sus familiares más jóvenes.
En consecuencia, los mayores de hoy tienen menos autoridad e influyen menos en la formación de los jóvenes. Los miman, pero no los educan como en otros tiempos, ni tienen la misma facilidad para inculcarles verdades espirituales y morales.
Otro hecho que favorece la marginación del mayor es la creciente tendencia a transferir a instituciones especiales la responsabilidad de cuidar de los ancianos, que tradicionalmente ha corrido a cargo de la familia. Para que los mayores vuelvan a ocupar el lugar que merecen, es preciso reformar los sistemas de seguridad social, de modo que las familias contribuyan más al cuidado de sus mayores en forma directa.
El mal estado financiero de la seguridad social en muchos países puede hacer que, en el futuro, esta opinión se convierta en un imperativo. De todas formas, no es una cuestión meramente económica.
Si la familia numerosa sigue siendo una rara avis, resultará difícil que los ancianos pasen del asilo al hogar familiar. El fondo del problema, está en los mismos factores sociales, espirituales y culturales que perjudican a la familia en general. Los mayores, deben renunciar a la extendida aspiración de disfrutar de un cómodo retiro lleno de diversiones y de viajes de placer.
Por el contrario, tienen la posibilidad de llenar los últimos años de su vida con una tarea más útil y satisfactoria: dedicarse a sus familiares más jóvenes. Conviene también apagar más a menudo la televisión y el video para que los jóvenes puedan escuchar historias narradas por los mayores.
Hay que hacer un sitio a los mayores en los planes familiares, para que compartan con los jóvenes las vacaciones, los días de fiesta, y la asistencia a actos de culto. Y, aunque esto suponga un sacrificio, la familia misma debe ocuparse directamente del cuidado de los mayores ancianos, sin recurrir a la residencia o al hospital salvo cuando no quede otro remedio.
Desde cierto punto de vista, hoy los mayores son más necesarios que nunca. Su ayuda puede ser especialmente valiosa para los jóvenes. Pero los mayores son un eficaz complemento de la tarea educativa de los jóvenes. La asignatura que imparte el mayor no se enseña en ningún otro sitio.

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