9/27/2011

Los Amantes locos

2 Octubre
Un amante loco
XXVII Domingo Ordinario

Isaías 5, 1-7: “La viña del Señor es la casa de Israel”
Salmo 79: “La viña del Señor es la casa de Israel”
Filipenses 4, 6-9: “Obren bien y el Dios de la paz estará con ustedes”

Mateo 21, 33-43: “Arrendará el viñedo a otros viñadores”

Historia de amor


¿Le puedo contar mi historia? No sé, quizás me juzgue loco pero así ha sido mi vida. Todo lo he entregado por un amor. A pesar de que mis amigos y parientes me decían que no me entregara en forma tan inocente, yo estaba completamente enamorado y no me importaban consejos, ni regaños, ni abandonar negocios ni carrera.

Todo lo daba por la mujer que amaba. Ella me engañaba, yo la descubría y me enojaba mucho, la rechazaba y la abandonaba. Después me entregaba al alcohol y juraba nunca volver con ella, pero apenas se me aparecía, soltaba algunas lágrimas, me hablaba y me insinuaba que me extrañaba, otra vez la recibía y volvía a mis sueños de amor.

¿De verdad estaré loco o así es el amor? Como si hablar de amor siempre fuera una historia mezclada de dolores y alegrías, de dolores y entusiasmos. ¿Habrá el verdadero amor y la verdadera correspondencia? Así ha sido mi vida y otra vez estamos juntos, con mis dudas, con mis temores, pero ¡no puedo vivir sin ella!

Un amante loco


La lectura del profeta Isaías y el evangelio de este día ponen ante nuestros ojos una de las grandes imágenes de la Biblia: la imagen de la vid. Pero muy unida a esta imagen está la realidad del amor de Dios que se encarna en todas las realidades de la existencia humana y que permea todas sus acciones.

Es cierto, como dicen, que el canto de la viña es un canto del trabajo tan común en las culturas campesinas, donde se canta al laborar o al final de la jornada se entonan sentidas coplas entremezclando las tristezas y alegrías que produce el trabajo, y que es difícil distinguir cuando dejan de hablar de la milpa y de la viña para ponerse a hablar de la mujer amada.

Detrás del canto campesino no es difícil descubrir la revelación de un amante que canta y cuenta su fracaso amoroso entremezclando las íntimas demostraciones hasta confundir el lenguaje campirano con el usado en las relaciones amorosas, y aun sexuales, entre esposo y esposa.

¿En qué momento se convierte esta imagen en la historia del amor de Dios por Israel, el pueblo que Él eligió? El mismo canto se plantea el fracaso del Señor con su pueblo pero se descubre sólo al final siendo realmente la intención del canto.

Los viñadores homicidas


Más dura y más grave se propone la parábola de los viñadores homicidas. A toda la propuesta de un amor que supera las infidelidades, que obstinado se ofrece una y otra vez buscando renovar los perdidos delirios del amor inicial, se ofrece una dura realidad de rechazo, de creciente violencia hasta terminar en la barbarie del asesinato del hijo y heredero único.

Alguna vez alguien me preguntaba si no era una exageración la narración de una parábola tan violenta donde por una viña se golpeaba, se apedreaba y se terminaba por asesinar al heredero. Suena triste, pero nuestra realidad va mucho más allá: se asesina por unos cuantos euros, se mata por ambición de poder, y se secuestra y se mutila simplemente porque se le antoja al malhechor o porque se ha sentido ofendido por una mirada.

Se ha perdido toda la dimensión de una viña, de una vida, que nos ofrece Dios por amor y para el amor, y se ahogan todos los esfuerzos. Se hace realidad el reclamo de amor del amante: “Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos”.

Nuestro mundo se llena de luto y de llanto por tantas injusticias de criminales y de autoridades coludidas en una guerra sin sentido y sin fin, en un afán de manifestación de poderes y de venganzas, y las pobres víctimas, silenciosas e impotentes, permanecen en el anonimato y en el olvido. ¡Cómo se hace realidad esta parábola tan trágica que nos narra el mismo Jesús!

Autoridades corruptas


La parábola de los viñadores homicidas encierra muchas más direcciones y posibilidades de aplicación en su mensaje, pero hay dos aspectos que no podemos dejar de lado: el primer aspecto que debemos tener en cuenta es que tiene una muy clara dedicatoria: “Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”, está dirigida a los jefes y representantes del pueblo tanto de aquel tiempo como de éste.

Unida a la parábola que escuchábamos hace ocho días donde nos afirmaba que no basta con hablar sino que hay que cumplir la palabra, hoy nos ofrece una clara acusación contra los responsables de que no se entreguen frutos de justicia y rectitud. Toda persona que ostente algún grado de autoridad también tendrá algún grado de responsabilidad en esta situación tan deplorable.

Mientras más grande sea la autoridad, más grave la responsabilidad. No podremos actuar con indiferencia, pasividad o temor pues está de por medio la justicia y la vida de los desprotegidos. Basta ya de echar culpas a los otros, es tiempo de que cada quien asuma con dignidad y valentía su papel, pues está de por medio no sólo la seguridad personal, sino el riesgo de perder la viña amada del Señor, por la que ha suspirado, por la que ha dado la vida.

Quien asesina a una persona está asesinando a un Cristo vivo, pero también quien debiendo proteger al indefenso no lo hace, se convierte en cómplice de asesinato. Todos tenemos responsabilidad en la triste y difícil situación que estamos afrontando y también, desde Jesús, todos tenemos que aportar nuevas luces que nos lleven a salir de estas oscuridades


El segundo aspecto a tomar en cuenta sería descubrir cómo la parábola encierra en si misma un poema del amor esponsal maravilloso de Dios por su pueblo y por cada uno de nosotros. Dios es el viñador y su pueblo la viña a la que canta sus coplas de amor. Nos canta una historia de amor personal: Dios ama a su pueblo; Dios tiene un amor personalizado para cada uno de nosotros, su viña.

Dios se ha enamorado de mí y toda mi vida es una historia de amor. Dios es el amante loco que suspira por la respuesta amorosa de su amada. Hoy todos los acontecimientos me hablan y, si estoy atento, me cantarán y me contarán una preciosa historia de amor. Dios se ha dejado llevar por la locura de su amor hacia mí.

La naturaleza, el amanecer, la lluvia, los sonidos, una oscura noche, me traen en su rumor algo que me suena y resuena en el corazón: “Dios me ama”. Si miro mi propia vida, cada instante, cada rincón, me dirá cómo me ha cuidado y amado el Señor. Aun en los momentos en que me sentí más solitario y abandonado, allí estaba cobijándome con su amor, hasta enviar a su propio hijo, Palabra de Amor. ¿Cómo respondo yo a esta llamada de amor?

Un juicio irremediable


Finalmente salta a nuestra vista el impresionante final: la muerte del Hijo, el reconocimiento de la piedra angular, y el juicio a las autoridades. Todo nos lleva irremediablemente a una toma de conciencia y de responsabilidad frente al proyecto del Padre. Tenemos que abrir los ojos, la mente y el corazón, y comprometernos a defender y a luchar por la viña, la humanidad y nuestra propia comunidad.

Nuestra esperanza se basa en la seguridad que tenemos de que Dios va haciendo su proyecto. Tenemos confianza en el Reino de Dios y en las utopías. Creemos en el Evangelio, buena nueva, y estamos seguros de poder construir una viña donde no haya gritos de dolor ni de miseria, donde se encuentren frutos de justicia, de paz y reconciliación.

El amor que Dios tiene a su viña, el amor que Dios me tiene a mí personalmente, nos lanza a esta aventura de cuidar y responsabilizarnos de la comunidad y del mundo que habitamos. Es problema de todos, pero también es problema mío. ¿Qué frutos estamos dando nosotros? ¿Cómo cuidamos del pueblo, la viña amada del Señor?

Padre Bueno, que nos concedes siempre más de lo que merecemos y deseamos, que en tu locura de Amor envías a tu hijo en busca de buenos frutos, perdona misericordiosamente nuestras ofensas y otórganos tu luz para corresponder a tu amor con nuestro amor. Amén.

9/23/2011

Un Mesias de acuerdo a nuestros intereses

San Pío de Pietrelcina
Ageo 2,1-10: “Dentro de poco tiempo llenaré de gloria este templo”
Salmo l 42: “Envíame, Señor, tu luz y tu verdad”
San Lucas 9,18-22: “Tú eres el Mesías de Dios.- Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho”
Encontramos hoy la misma pregunta que nos hacíamos ayer: “¿Quién es Jesús?”, pero mientras ayer las dudas y los temores asomaban en la mente de Herodes, hoy se siente un ambiente de esperanza y de ilusión creyendo descubrir en Jesús al Mesías anunciado que vendría a cumplir todos los sueños. Quizás nos convendría leer el pasaje de la primera lectura de este día donde el profeta Ageo busca despertar y alentar a los desfallecidos habitantes de Jerusalén que recuerdan con añoranza las bellas construcciones antiguas que ya no existen más. ¡Qué difícil es reconstruir lo que ya habíamos hecho y ha desaparecido! ¡Qué difícil despertar esperanzas cuando se ha caído lo que ya teníamos seguro!


Sin embargo las palabras del profeta son claras: “¡ánimo! Zorobabel…, ¡ánimo! Pueblo entero. ¡Manos a la obra! Porque yo estoy con ustedes”. Así, el pueblo en general estaría esperando con ilusión que se repitan estas palabras y que alienten al pueblo. No es el recuerdo simple de los profetas, es la ilusión de despertar el ánimo también en el pueblo de Israel. Jesús despierta todos estos sentimientos y acepta la confesión de Pedro que lo concibe como el Mesías esperado. Pero todos estos sueños no vendrán por sí solos.


Sí es cierto que Jesús es el Mesías, pero para hacer realidad todo lo que los profetas han hablado se necesita pasar por la cruz de la entrega plena y sin condiciones. Muchas veces nosotros estamos dispuestos a sacrificarnos un poco, pero esperando la pronta recompensa… pero darnos gratuitamente, sin esperar nada cambio nos cuesta mucho. La construcción del Reino requiere hombres y mujeres que se den completamente y sin reservas, que puedan despertar esperanza en medio de las dificultades, que enciendan luces en medio de la oscuridad.


Pedro y los discípulos no entendían mucho este mensaje y también a nosotros nos cuesta aceptar estos caminos. Hemos caído en la tentación de una religión acomodada a nuestros caprichos, un Mesías de acuerdo a nuestros intereses, una relación con Dios conforme a nuestros gustos. Hoy nos acercamos a Jesús y le decimos que también para nosotros Él es nuestra esperanza, Él es nuestra luz, Él es nuestro Mesías, pero que nos ayude a comprender el camino de la cruz para hacer realidad su resurrección en nuestro mundo.

9/21/2011

A nadie le gusta pagar impuestos

San Mateo apóstol

Efesios 4,1-7.11-13: “Él fue quien concedió a unos ser apóstoles y a otros evangelizadores”
Salmo 18: “El mensaje del Señor resuena en toda la tierra”
San Mateo 9, 9-13: “Sígueme. Él se levantó y lo siguió”

San Mateo es el santo patrono de muchas de nuestras comunidades y parroquias. Al preparar la fiesta en uno de aquellos pueblos, quisimos acercarnos un poco más a la vida de San Mateo. Lo primero que salta a la vista es que era recaudador de impuestos. Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, nos pusimos a imaginar lo que sería en aquellos tiempos: una persona que cobra pero para beneficiar al imperio que está sometiendo a Israel, además de no buena fama porque con frecuencia se quedaban con grandes porcentajes de aquellos impuestos… es decir, llegábamos a la conclusión de que Mateo no sería muy buena persona.


Esto causó gran escándalo entre algunos de los participantes, porque tenían la idea de que Mateo siempre habría sido un gran hombre. Sin embargo, un poco después fuimos profundizando y comprendiendo cómo Jesús es el que llama y aunque en el evangelio aparece como inmediatamente el seguimiento, tendría que haberse dado el proceso de un cambio interior muy profundo. Aquí se causó más admiración. Porque si primero no se aceptaba el pasado de Mateo, después se presentaba como asombroso el que una persona que tiene mucho dinero, que puede ganar mucho más, lo deje todo para seguir a Jesús.


Las palabras que nos presenta el pasaje de este día nos refieren tanto este seguimiento como la verdadera misión de Jesús: buscar al enfermo, llamar al pecador. Y lo hace de una forma abierta, espontanea, con amor… no a escondidas y con miedo, sino con toda valentía. Para los fariseos esto era el gran escándalo porque juntarse con pecadores y publicanos acarreaba la impureza. Jesús no teme contaminarse, sino busca manifestar la predilección de su Padre Dios por los pecadores. Así que en este día de San Mateo no sabría decir que debemos admirar más si la forma en que San Mateo se convierte, trastocando todos sus valores, o la experiencia de sabernos amados por Dios cada uno de nosotros que somos pecadores.


Ciertamente si descubrimos el amor de Dios y somos capaces de aceptarlo, nos debemos transformar y cambiar todos los hilos que conducen nuestra vida. Lo importante no será ya la mesa de dinero que ofrece los placeres del mundo, lo importante será ese otro banquete en el que Cristo parte y comparte su misma vida. ¿Qué te llama la atención de este pasaje de San Mateo?

9/20/2011

El pan compartido nos Hermana


Santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros mártires

Esdras 6,7-8.12.14-20: “Terminaron la construcción del templo y celebraron la Pascua”


Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”

San Lucas 8,19-21: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”

Me compartía un amigo una experiencia que tocó su corazón al comprobar que una mesa común hace fraternidad. No es cierto que seamos hermanos si el que está junto a nosotros padece hambre y no se anima a acercarse y a participar de nuestro mismo pan. Si es por culpa nuestra será egoísmo; si no se atreve, por miedo o vergüenza, será que aún no le hemos dado muestras ciertas de que somos hermanos.


Si el pan compartido nos hermana y rompe las diferencias, ¿qué no hará la palabra de Dios? Para algunos el pasaje que acabamos de escuchar, se presentaría una especie de desprecio o reproche a María como madre de Jesús. Sin embargo, la conclusión que hace el mismo Jesús le da una valoración mucho más importante a María: la que escucha, la que es fiel a la palabra, la que la hace producir y dar fruto. Para ser parte de la familia de Jesús es necesario escucharle y seguirle, ser discípulo suyo; se rompe con el círculo familiar sanguíneo y se da un paso hacia la comunidad de hermanos y hermanas en la fraternidad.


Escuchar y vivir la palabra de Dios, nos hermana de la misma forma que el compartir el pan. Toda la vida de María, como la presentan los evangelios, está sustentada en una escucha atenta de la Palabra de Dios y en una búsqueda inquieta de ser fiel a la voluntad de Dios. La Palabra de Dios hermana y rompe todas las barreras, y la Palabra de Dios hecha carne ha venido a dar una nueva relación de los hombres que los convierte a todos en hermanos, en padres, madres e hijos. La gran revelación que nos hace Jesús es esta nueva dignidad que va más allá de las relaciones de la carne y la sangre.


Quien escucha la Palabra la engendra y le da nueva vida, y así se convierte en madre y hermano de Jesús. Hoy nos llenamos de palabras huecas y ruidos que no nos permiten escuchar la verdadera palabra. La Palabra nos da nueva vida y nos hermana en una nueva relación. Que este mes de septiembre, mes de la Biblia, escuchemos con silencio y recogimiento profundo la Palabra, que la dejemos enraizar en nuestro corazón y que la hagamos dar nuevos frutos. Que María nos enseñe a buscar la palabra y a transformarla en servicio que engendra una nueva vida y relación familiar.

9/19/2011

DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA

Nuestro mundo necesita de la caridad de Cristo, del amor de Dios. De ese amor en el que todos los hombres pueden llenar sus vidas de todo lo que necesitan para vivir como tales. No solamente se trata del pan que nos sacia, y por el que claman muchos hombres y mujeres de la tierra que lo necesitan; es mucho más, es todo aquello que resulta necesario para alimentar en plenitud la dignidad del ser humano, que nos dice que todos somos hijos de Dios y, por ello, todos hermanos.

Hemos de ser capaces de afrontar con la novedad de Cristo los problemas de nuestro mundo. «Danos hoy nuestro pan de cada día». Los países de la tierra, unos de una manera y otros de otra, se enfrentan con tremendos problemas en la vida social, política, económica, cultural e incluso religiosa, y que nos urgen a esta petición del Padrenuestro: «Danos hoy nuestro pan de cada día».

Son problemas que responden a estructuras construidas y que repercuten en el desarrollo y totalidad del ser humano. «Danos hoy nuestro pan de cada día», pues tenemos hambre, odio, marginación, violencia, miedo, conflictos en los que ponemos en peligro la vida de unos con los otros.

El mundo de hoy necesita dirigirse a Dios, como lo hizo Jesús, para decir «danos hoy nuestro pan de cada día». El ser humano tiene hambre y hemos de ser los discípulos de Jesús quienes respondamos a esta llamada.

El Concilio Vaticano II dirigió su atención a la Iglesia y nos hizo caer en la cuenta de lo que Ella era: Cuerpo de Cristo y Pueblo reunido en el vínculo del amor de la Trinidad. Pueblo que tiene la responsabilidad de decir y de vivir eso que repetimos en Jesús, «danos hoy nuestro pan de cada día».

¡Qué imagen más bella de la Iglesia! Nosotros, miembros de la Iglesia, sentimos la exigencia de experimentar intensamente los vínculos de la fraternidad evangélica hasta llegar a formar comunidades, al estilo de la comunidad primitiva ideal que describe el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde nadie pase necesidades, donde la dignidad del ser humano sea reconocida, donde todas las dimensiones de la vida humana estén alimentadas y lleguen a la plenitud.

«Danos hoy nuestro pan de cada día». ¿Cómo llega este pan a todos los hombres? «Nosotros hemos creído en el amor». Y es lo que lleva a que todos los miembros de la Iglesia se presenten en el mundo viviendo aquello que nos describe Jesús: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis».

Hay que amar a toda las personas, tal y como lo hizo Jesús, hasta dar la vida. ¿Sabéis lo que es decir al otro, sea quien fuere, yo estoy dispuesto/a a morir por ti?. Es un amor que nos hace perder cualquier otro objetivo. Esta es una actitud creadora de unidad y fraternidad, que es capaz de gestar una novedad absoluta alrededor de quien está junto a mí; y que quita el hambre, todas las clases de hambre, que puedan tener los hombres y mujeres que se acerquen a mí. «Danos hoy nuestro pan de cada día».

¿Dónde aprendemos a decir «danos hoy nuestro pan de cada día» y dónde se nos da ese pan?. Ciertamente, en el Cenáculo. Es en la Eucaristía: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo…Bebed de ella todos, porque ésta es mi Sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados». Aquí es donde aprendemos a decir y a vivir con todas las consecuencias «danos hoy nuestro pan de cada día».

Dios es Amor, y este Dios que se nos ha revelado en Jesucristo se nos da para que alimentemos nuestra vida de Él. Así, quien lo recibe no puede estar a mal con nadie, no puede dejar de mirar a nadie. Habiendo Dios tomado posesión de su vida, ha de mirar a los demás como Dios mismo los mira, los quiere, les habla, les coge y los acoge. Dios es Amor. «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él».

La Iglesia vive del Cristo eucarístico; de Él se alimenta y por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y misterio de luz. Cada vez que celebramos la Eucaristía, de alguna manera, podemos vivir la experiencia de los discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» . «Danos hoy nuestro pan de cada día».

¡Qué alegría da descubrir en la Eucaristía el modo más singular y pleno para decir con verdad «danos hoy nuestro pan de cada día»! Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención.

Es decisivo este sacrificio para la Humanidad entera. ¿Qué más puede hacer Jesús por ti y por mí?. Aquí el mundo quita el hambre, toda hambre. Aquí la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aproxima a los hombres y mujeres de todo tiempo a la realidad de una Humanidad sin hambre. «Danos hoy nuestro pan de cada día». Con la Eucaristía la Iglesia consolida su unidad, su comunión y su misión. A los gérmenes de disgregación, que laten en el corazón de los hombres a causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora de unidad y comunión de Cristo en la Eucaristía. «Danos hoy nuestro pan de cada día».

Cuando más nos acercamos a Dios, más nos acercamos entre nosotros. Somos una pequeña muestra de ese amor que responde al Amor que es el mismo Jesucristo. Ámalo. Escucha lo que quiere y desea de ti. El es Amor, y su voluntad es que ames con su Amor. Así quitas el hambre a todos. «Danos hoy nuestro pan de cada día» podría traducirse por haznos vivir siempre de tu Amor; así nada faltará a quien se acerque a nosotros.

En las reglas de los santos siempre reclamaron este Amor a sus discípulos: «El motivo esencial por el que os habéis reunido es que viváis unánimes en la casa y tengáis unidad de mente y de corazón dirigidos hacia Dios». «Anticípense a honrarse unos a otros…, préstense obediencia a porfía mutuamente, nadie busque lo que juzgue útil para sí, sino más bien para los demás»

9/18/2011

Un mundo de injusticias

Para Marisela todos los sueños parecen derrumbarse. Siempre había dicho que para ella no importaba mucho el dinero, pero ahora que no lo tiene, que no le alcanza ni para vivir, está cambiando de opinión. Desde su pueblo se vino a la ciudad para estudiar una carrera en la universidad. Excelentes notas y una dedicación continua la hacían sentirse segura a pesar de las limitaciones que tanto ella como su familia tenían que imponerse para seguir sus estudios. Vinieron los nervios y la euforia de la titulación. Y ahora sí, a buscar trabajo. Primero con muchas ilusiones de oficina en oficina, de una dependencia a otra… después con un poco de preocupación y al final, desesperada. ¡No encuentra trabajo a pesar de sus excelentes promedios! Unos días estuvo trabajando como empleada en una tienda de ropa con sueldos ridículos de $500.00 semanales. Después entró a una dependencia donde le “pagan” un poquito más, pero ni es su área, ni le alcanza para sobrevivir, ni se siente satisfecha. ¿Dónde están los grandes empleos y los altos salarios que algunos tienen?

Desempleo

A pesar de los alegres números que se manejan oficialmente, es muy común encontrarnos con un gran número de personas que no encuentran trabajo, o que tienen salarios ridículos, o que no están trabajando en sus especialidades. Médicos o ingenieros trabajando de taxistas, enfermeras que se desempeñan como empleadas, contadores o licenciados en administración de empresas laborando como secretarios. No es que hayan equivocado su profesión o que sea un trabajo inferior, pero no lo hacen por vocación, sino porque no encuentran las oportunidades de trabajo y se ven obligados a trabajar en lo que sea con tal de sobrevivir. Las historias de muchos hombres y mujeres, nos hacen pensar en el ámbito del trabajo como un lugar donde con frecuencia prevalecen las injusticias y se le da mucho mayor valor al capital y a las ganancias que a la dignidad y necesidades básicas de las personas. Si revisamos los horarios, si vemos los salarios, comprobamos que las personas pasan a ser meros números, engranes de una maquinaria de producción que solamente beneficia a unos cuantos y deja a la mayoría sobreviviendo. El desempleo no es sólo por falta de trabajo, por negligencia, o por incapacidad, es sobre todo por falta de oportunidades en un mundo injusto dominado por el dinero.

Sin salidas

El campo todavía está peor: mucho trabajo, mucho riesgo para los campesinos y pocos beneficios cuando se obtiene la cosecha. Las ganancias quedan en otra parte. La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los mecanismos injustos del sistema financiero y una acumulación de bienes y servicios que ni es en pro del bien común, ni beneficia a todos los hombres, ni produce una auténtica realización de la felicidad humana. Si a esto añadimos la grave corrupción en todos los niveles, la vinculación al flagelo del narcotráfico, de la trata de personas o del narconegocio, las “cuotas de seguridad”, se acaba destruyendo el tejido social y económico de las comunidades. Y esto tiene graves repercusiones en el desempleo, subempleo y situaciones dramáticas de necesidades personales, familiares y sociales. No es extraño, pues, que muchos jóvenes emigren en busca de mejores oportunidades dejando en abandono a las familias, o, en el peor de los casos, se vean atrapados en las redes de narcotráfico y grupos delictivos. ¿Hemos equivocado el camino? Cuando es más importante la ganancia que las personas, siempre acaba perdiendo la humanidad.

Un salario digno

Frente a este mundo de injusticia y desempleo, viene Jesús a narrarnos su parábola. ¿Tiene algo que enseñarnos? Ya me imagino que si nosotros nos ponemos en el lugar de los primeros obreros que trabajaron todo el día y recibieron un pago igual que los que trabajaron sólo una hora, estaríamos renegando y criticando al patrón que nos presenta la narración. Pero estas parábolas siempre tienen alguna enseñanza más profunda, aun en el plano meramente laboral. El patrón no comete ninguna injusticia pues en el denario, pago justo convenido, se representa la cantidad necesaria para sobrevivir dignamente. Y es el derecho que todas las legislaciones prescriben: derecho a un salario que dé la posibilidad de alimentación digna, educación, salud y vivienda. Pero eso queda en letra muerta porque nos sometemos a las leyes de un capitalismo feroz. Cristo nos propone un verdadero cambio, donde todos los hermanos sean capaces de obtener su “denario”, es decir un salario justo y suficiente para que una familia lleve una vida con dignidad. La parábola tiene además otros sentidos. Este pasaje continúa la instrucción de Jesús sobre los temas de la fraternidad cuyo cimiento fundamental es la acogida al débil. La respuesta a las diferencias que ofrece es muy clara: la norma de oro sobre la que nace la comunidad debe ser la igualdad: todos reciben lo mismo independientemente del trabajo que han realizado. Habrá que romper los esquemas que hacen de la comunidad un campo cuya norma parece ser la fuerza y el egoísmo. La nueva comunidad cristiana habrá de recuperar su vocación inicial y romper las estructuras sistémicas que hacen de la comunidad una presa fácil a favor del poderoso, donde el débil no cuenta y los excluidos no tienen acceso a los beneficios del Reino.

En una comunidad nueva

Finalmente me quedo reflexionando qué hubiera pasado si no se contratan los otros obreros. Los que llegaron primero estarían felices con el denario que justamente han ganado, pero empieza la comparación y la diferencia, y provoca enojo. Lo que Jesús propone es una experiencia de comunidad donde haya respeto y valoración de todas las personas, donde la comunión sea vivida en la acogida del que es diferente y más pequeño. Ante Dios no es cuestión de mérito, ni de cantidad o calidad de trabajo. Tanto la llamada a participar en su viña, como la retribución, son un regalo, no una premiación. La respuesta y el compromiso personal son muy necesarios, pero la recompensa es gratuidad de Dios. Dios habla de la gracia, de la alegría de dar. Nosotros inmediatamente hablamos de comparaciones y de derechos. Y la comparación siempre produce complejo de superioridad o nos arroja en la amargura de la envidia. ¿No es cierto que muchas de las tristezas y frustraciones nacen de la comparación con lo que otros tienen, con lo que los otros hacen o con lo que otros disfrutan y nosotros no? Los obreros han recibido con justicia su jornal, pero al mirar a los otros les produce tristeza lo que están obteniendo. La envidia corroe el corazón, cuando nos comparamos con el otro y nos sentimos con más derechos. Detrás de esta narración está también la crítica de Jesús a quienes se dicen justos y desprecian a los demás, a los que cierran sus corazones frente al débil, a los que juzgan como pecadores o perversos a los otros.

Una parábola que cuestiona seriamente nuestro sistema económico pero también nuestro sistema religioso y familiar, que nos obliga a pensar en quienes no encuentran trabajo, en los salarios injustos, en los migrantes despreciados… en tantas víctimas de nuestro mundo laboral ¿Cómo trato a los demás que han tenido menos oportunidades que yo? ¿Cómo soy fiel a Jesús que nos enseña que somos hijos de un Padre que ama a todos por igual? ¿Qué podemos hacer para cambiar las estructuras injustas en el mundo de la economía? ¿Cuál es mi actitud frente a quien no encuentra trabajo?

Dios nuestro, Padre bueno, Padre de todos, que en el amor a Ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que, construyendo una nueva comunidad, podamos alcanzar la vida eterna. Amén.

Un mundo de Injusticias

Un mundo de injusticias

Para Marisela todos los sueños parecen derrumbarse. Siempre había dicho que para ella no importaba mucho el dinero, pero ahora que no lo tiene, que no le alcanza ni para vivir, está cambiando de opinión. Desde su pueblo se vino a la ciudad para estudiar una carrera en la universidad. Excelentes notas y una dedicación continua la hacían sentirse segura a pesar de las limitaciones que tanto ella como su familia tenían que imponerse para seguir sus estudios. Vinieron los nervios y la euforia de la titulación. Y ahora sí, a buscar trabajo. Primero con muchas ilusiones de oficina en oficina, de una dependencia a otra… después con un poco de preocupación y al final, desesperada. ¡No encuentra trabajo a pesar de sus excelentes promedios! Unos días estuvo trabajando como empleada en una tienda de ropa con sueldos ridículos de $500.00 semanales. Después entró a una dependencia donde le “pagan” un poquito más, pero ni es su área, ni le alcanza para sobrevivir, ni se siente satisfecha. ¿Dónde están los grandes empleos y los altos salarios que algunos tienen?

Desempleo

A pesar de los alegres números que se manejan oficialmente, es muy común encontrarnos con un gran número de personas que no encuentran trabajo, o que tienen salarios ridículos, o que no están trabajando en sus especialidades. Médicos o ingenieros trabajando de taxistas, enfermeras que se desempeñan como empleadas, contadores o licenciados en administración de empresas laborando como secretarios. No es que hayan equivocado su profesión o que sea un trabajo inferior, pero no lo hacen por vocación, sino porque no encuentran las oportunidades de trabajo y se ven obligados a trabajar en lo que sea con tal de sobrevivir. Las historias de muchos hombres y mujeres, nos hacen pensar en el ámbito del trabajo como un lugar donde con frecuencia prevalecen las injusticias y se le da mucho mayor valor al capital y a las ganancias que a la dignidad y necesidades básicas de las personas. Si revisamos los horarios, si vemos los salarios, comprobamos que las personas pasan a ser meros números, engranes de una maquinaria de producción que solamente beneficia a unos cuantos y deja a la mayoría sobreviviendo. El desempleo no es sólo por falta de trabajo, por negligencia, o por incapacidad, es sobre todo por falta de oportunidades en un mundo injusto dominado por el dinero.

Sin salidas

El campo todavía está peor: mucho trabajo, mucho riesgo para los campesinos y pocos beneficios cuando se obtiene la cosecha. Las ganancias quedan en otra parte. La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los mecanismos injustos del sistema financiero y una acumulación de bienes y servicios que ni es en pro del bien común, ni beneficia a todos los hombres, ni produce una auténtica realización de la felicidad humana. Si a esto añadimos la grave corrupción en todos los niveles, la vinculación al flagelo del narcotráfico, de la trata de personas o del narconegocio, las “cuotas de seguridad”, se acaba destruyendo el tejido social y económico de las comunidades. Y esto tiene graves repercusiones en el desempleo, subempleo y situaciones dramáticas de necesidades personales, familiares y sociales. No es extraño, pues, que muchos jóvenes emigren en busca de mejores oportunidades dejando en abandono a las familias, o, en el peor de los casos, se vean atrapados en las redes de narcotráfico y grupos delictivos. ¿Hemos equivocado el camino? Cuando es más importante la ganancia que las personas, siempre acaba perdiendo la humanidad.

Un salario digno

Frente a este mundo de injusticia y desempleo, viene Jesús a narrarnos su parábola. ¿Tiene algo que enseñarnos? Ya me imagino que si nosotros nos ponemos en el lugar de los primeros obreros que trabajaron todo el día y recibieron un pago igual que los que trabajaron sólo una hora, estaríamos renegando y criticando al patrón que nos presenta la narración. Pero estas parábolas siempre tienen alguna enseñanza más profunda, aun en el plano meramente laboral. El patrón no comete ninguna injusticia pues en el denario, pago justo convenido, se representa la cantidad necesaria para sobrevivir dignamente. Y es el derecho que todas las legislaciones prescriben: derecho a un salario que dé la posibilidad de alimentación digna, educación, salud y vivienda. Pero eso queda en letra muerta porque nos sometemos a las leyes de un capitalismo feroz. Cristo nos propone un verdadero cambio, donde todos los hermanos sean capaces de obtener su “denario”, es decir un salario justo y suficiente para que una familia lleve una vida con dignidad. La parábola tiene además otros sentidos. Este pasaje continúa la instrucción de Jesús sobre los temas de la fraternidad cuyo cimiento fundamental es la acogida al débil. La respuesta a las diferencias que ofrece es muy clara: la norma de oro sobre la que nace la comunidad debe ser la igualdad: todos reciben lo mismo independientemente del trabajo que han realizado. Habrá que romper los esquemas que hacen de la comunidad un campo cuya norma parece ser la fuerza y el egoísmo. La nueva comunidad cristiana habrá de recuperar su vocación inicial y romper las estructuras sistémicas que hacen de la comunidad una presa fácil a favor del poderoso, donde el débil no cuenta y los excluidos no tienen acceso a los beneficios del Reino.

En una comunidad nueva

Finalmente me quedo reflexionando qué hubiera pasado si no se contratan los otros obreros. Los que llegaron primero estarían felices con el denario que justamente han ganado, pero empieza la comparación y la diferencia, y provoca enojo. Lo que Jesús propone es una experiencia de comunidad donde haya respeto y valoración de todas las personas, donde la comunión sea vivida en la acogida del que es diferente y más pequeño. Ante Dios no es cuestión de mérito, ni de cantidad o calidad de trabajo. Tanto la llamada a participar en su viña, como la retribución, son un regalo, no una premiación. La respuesta y el compromiso personal son muy necesarios, pero la recompensa es gratuidad de Dios. Dios habla de la gracia, de la alegría de dar. Nosotros inmediatamente hablamos de comparaciones y de derechos. Y la comparación siempre produce complejo de superioridad o nos arroja en la amargura de la envidia. ¿No es cierto que muchas de las tristezas y frustraciones nacen de la comparación con lo que otros tienen, con lo que los otros hacen o con lo que otros disfrutan y nosotros no? Los obreros han recibido con justicia su jornal, pero al mirar a los otros les produce tristeza lo que están obteniendo. La envidia corroe el corazón, cuando nos comparamos con el otro y nos sentimos con más derechos. Detrás de esta narración está también la crítica de Jesús a quienes se dicen justos y desprecian a los demás, a los que cierran sus corazones frente al débil, a los que juzgan como pecadores o perversos a los otros.

Una parábola que cuestiona seriamente nuestro sistema económico pero también nuestro sistema religioso y familiar, que nos obliga a pensar en quienes no encuentran trabajo, en los salarios injustos, en los migrantes despreciados… en tantas víctimas de nuestro mundo laboral ¿Cómo trato a los demás que han tenido menos oportunidades que yo? ¿Cómo soy fiel a Jesús que nos enseña que somos hijos de un Padre que ama a todos por igual? ¿Qué podemos hacer para cambiar las estructuras injustas en el mundo de la economía? ¿Cuál es mi actitud frente a quien no encuentra trabajo?

Dios nuestro, Padre bueno, Padre de todos, que en el amor a Ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que, construyendo una nueva comunidad, podamos alcanzar la vida eterna. Amén.