11/15/2011

Seamos honestos con los Jovenes


La honestidad, el valor para mostrar la verdad y el ejemplo serán importantísimos a la hora de educar. No se puede educar enseñando una cosa y haciendo otra. No se admiten componendas a la hora del peligro. La honestidad a de ser un reto para todos los padres de familia, para todos los sacerdotes y catequistas, para todos los maestros y educadores: se educa con el ejemplo más que con la palabra. En la educación no podemos dar por perdidos ni espacios ni personas.

Todos debemos enseñar más que los “simples” contenidos de una materia determinada, enseñar formas de vida, para que nuestros Jóvenes puedan encontrar un sentido a todo cuanto realicen. Debemos enseñar con el ejemplo, no somos seres perfectos, somos seres humanos, y por lo tanto, tendemos a cometer errores, pero como personas adultas, y con un sentido de vida un poco más concreto, debemos demostrarles que de estos errores uno aprende para toda la vida.
Los adultos somos el espejo donde los niños se ven reflejados. Padres, hermanos, abuelos, tíos, primos… todos tenemos una responsabilidad más seria de lo que parece. El futuro depende de las generaciones venideras y el progreso de un país, en gran parte, viene determinado por la educación que reciben sus habitantes.
La solidaridad, la empatía y la honradez facilitan la convivencia y permiten vivir en un entorno auténtico y agradable acorde con lo que en realidad todos necesitamos: amor. Sin amor no podemos vivir. Es el oxígeno que alimenta nuestro espíritu y prescindir de él supone caer en la más absoluta infelicidad y frustración.
“El comportamiento de los niños es un reflejo del de los adultos. Examina qué te impide amarte y disponte a liberarte de ello. Serás un maravilloso ejemplo para tus hijos”. Es un buen método para hacer autocrítica y definir qué aspectos de nuestra personalidad podemos mejorar, a la vez que intentamos inculcar valores y principios a nuestros pequeños.
Todos tenemos uno o varios cometidos que pueden variar en función de nuestros gustos y aficiones, pero hay uno que todos deberíamos tener en común: sembrar una semilla que germine y extienda sus raíces a nuestro entorno más próximo (especialmente a los niños) para transmitir calidad humana y, por ende, participar en el proceso de mejora de la sociedad actual. Si cada uno de nosotros lo pusiera en práctica, nos sorprenderíamos gratamente del cambio que experimentaríamos.

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