11/27/2011

El cáncer del odio

No hay situación más difícil que hablar desde fuera a quien está roto por dentro a causa del odio y el resentimiento. No es capaz de entender que el perdón es el único modo de encontrar la verdadera salida. Cuando la persona logra liberarse de la sed de venganza puede reconciliarse consigo misma, recuperar la paz y empezar la vida de nuevo.
¿Qué hay más difícil que el perdón?
El perdón es la ocasión maravillosa de volver a unir, de volver a vivir y de volver a amar. El perdón es la posibilidad de cambiar las reglas del juego de una sociedad agresiva que se enzarza en un “toma y daca” sin fin con los dardos envenenados de la ofensa y del agravio.
El perdón es un acto creativo y sorprendente que pone fin a la repetitividad. Rompe el cerco sofocante y produce lo insólito: mirar al otro nuevamente como hermano. Pues de lo contrario estamos perdidos porque “el dulce sabor de la venganza” se convierte en una hiel que va amargando y endureciendo el corazón.
Muchísimas personas vienen cargando a cuestas un pesado fardo de rencores y resentimiento que las limitan y condicionan. Y por desgracia muchas veces es en contra de personas muy cercanas, de familiares o amigos, que por algún error han herido su corazón. Pasan años y no logran sacar estos sentimientos que entorpecen las relaciones más cercanas. Quien deja crecer el odio en su corazón se castiga a sí mismo. Es como la manzana que se pudre para que el otro no la pueda tragar. ¡Claro que no la tragan!, pero ha quedado podrida y no tiene remedio. Quien se cierra a conceder el perdón se hace daño aunque él no lo quiera. El odio es una especie de cáncer secreto que corroe a la persona y le quita energías para rehacer de nuevo su vida. No he encontrado situación más difícil que hablar desde fuera a quien está roto por dentro a causa del odio y el resentimiento. No es capaz de entender que el perdón es el único modo de encontrar la verdadera salida. Cuando la persona logra liberarse de la sed de venganza puede reconciliarse consigo misma, recuperar la paz y empezar la vida de nuevo.
Sólo quien ha experimentado el gozo de saberse perdonado puede con alegría, aunque cueste también dolor y lágrimas, otorgar el regalo del perdón. Quien no se haya sentido nunca comprendido y perdonado, será incapaz de comprender y perdonar al hermano.
El perdón encierra la bella dinámica del vencer al mal con el bien y es un gesto que cambia de raíz las relaciones entre las personas y obliga a plantearse la convivencia futura de una manera nueva.

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