11/23/2011

¿Cuándo será el fin del mundo?

Son inquietudes de todos los tiempos. Inquietudes que pueden disimularse, que pueden hacerse a un lado tratando de ignorarlas, pero que siempre estarán retornando una y otra vez con insistencia. Hacemos obras grandiosas y después nos enorgullecemos, nos asombramos y nos sentimos inmortales. Como la torre de Babel, nos sentimos más grandes que Dios... pero todo esto va a pasar y al final no quedará piedra sobre piedra.
Nuestro País es rico en monumentos y no dejamos de asombrarnos por sus construcciones imponentes, con sus disposiciones y belleza. Sin embargo mientras más admiramos las grandezas, más parece asombrarnos la incógnita sobre las razones de su desaparición. Hay muchas teorías pero ninguna parece satisfacer nuestra curiosidad. ¿Qué pensarán las generaciones venideras sobre nuestros aires de grandeza y nuestra pretensión de inmortalidad?
No somos eternos, somos polvo que hoy es y mañana no existe. ¿Por qué entonces tanto orgullo y tantas seguridades? Muchas veces se nos olvida que somos peregrinos y nos atamos a las cosas como si nunca las fuéramos a dejar, nos esclavizan y condicionan. Necesitamos recuperar nuestro sentido de peregrinos en esta vida y prepararnos para la futura morada.
Es cierto que no sabemos ni el día ni la hora, pero también es cierto que el final llegará y tendremos que estar preparados. Si hoy fuera para nosotros el último día, ¿cómo lo vivirías? ¿Por qué no vivirlo así? ¿Qué cambiaríamos si supiéramos que hoy sería nuestro último día? ¿Qué espero yo al final de mi vida?

¿Qué epitafio me gustaría que pusieran en mi tumba? ¿Lo que estoy haciendo me está llevando a eso que espero? A veces me he puesto a imaginar las terribles escenas que nos cuentan los libros apocalípticos. Si nuestros días están contados, si no somos eternos, si estamos de paso ¿por qué no vivir con despego y libertad frente a los bienes del mundo? ¿Por qué nos limitan tantas ambiciones? Nuestras obras se pondrán en una balanza, que tiene como gran finalidad medir nuestras obras a favor de los más necesitados. El juicio que nos hagan será sobre lo que hayamos hecho por las personas de los pequeños e insignificantes. ¿Cuánto pesarán esas obras, que parecen desconocidas, hechas a favor de los que no cuentan a los ojos del mundo?. Nuestras posesiones, ¿a manos de quién va a parar cuando muramos? ¿Valdría la pena todos los sacrificios que por ellas hemos hecho?

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