1/14/2012

No seamos ciegos, ante las injusticias

“La pobreza es la incapacidad de satisfacer las necesidades mínimas”.
A los pobres, se les margina, se les hace a un lado del camino, se les impide actuar y se les trata de mantener sumisos con una limosna. Hay todavía algunos que tratan de impedir y argumentar, que no hay que molestar. Hoy hay quienes tratan de tener sometido y quieto al pueblo, que se aturda con los ruidos, que se mantenga apático, que no vea… aunque se le tenga que saciar con limosnas y migajas. Hoy también debemos gritar: Que nos concedan la capacidad de ser sujetos activos y dinámicos de nuestro propio destino, que no quedemos tirados a la orilla del camino, que nos arriesguemos por los caminos de la luz y de la responsabilidad, que podamos sentarnos a la mesa a compartir los alimentos dignos ganados con nuestro propio sudor pero que no se nos manipule con limosnas que acallan las conciencias. Hoy también nosotros nos tenemos que arriesgar.

“Las formas elementales de la pobreza”.

La pobreza integrada, la pobreza marginal y la pobreza descalificadora. La pobreza integrada podría ser considerada como un problema social: los pobres son numerosos, aunque no constituyan una clase por sí mismos, y pueden verse como un conjunto de personas que sufren la pobreza de forma endémica, casi hereditaria. Es un estado que suele darse en países con una economía poco desarrollada o en fase de desarrollo. Las personas que pertenecen a esta categoría no están estigmatizadas a nivel social, y de hecho el debate se centra en cómo el desarrollo económico puede ayudarles y hacer desaparecer la escasez que sufren. Lo normal para subsistir en este tipo de pobreza es dedicarse a la economía informal y apoyarse en la solidaridad familiar, puesto que se cuenta con poca cobertura y ayudas. La pobreza marginal convierte a los pobres en “fallos” del sistema. Este tipo se da en economías desarrolladas, que casi alcanzan el pleno empleo, y donde las ayudas y los programas sociales son numerosos; precisamente por este motivo, las personas que quedan al margen, sea por circunstancias excepcionales o de forma habitual, son tratadas con recelo, transformándolas en una clase aparte, que se deja de lado para no cuestionar el buen funcionamiento del sistema.

No cuentan con tanto apoyo familiar, puesto que se les considera inadaptados o fracasados, y por lo tanto las personas están bastante estigmatizadas. Por último, la pobreza descalificadora aparece en situaciones derivadas de un fuerte aumento del paro, inestabilidad laboral y recesión. Las personas que sufren este tipo de pobreza son rechazadas y no tienen acceso a demasiadas ayudas sociales, puesto que su número tiende a ser alto y no se las considera productivas; esta situación provoca una expulsión del mercado de trabajo, fruto de una inseguridad social que se ha venido desarrollando en las economías liberales modernas. Es más amplia que la pobreza marginal y despierta un interés por la “cuestión social”: la forma de abordar una solución que pueda atenuar las difíciles circunstancias en las que se ven inmersas muchas personas de forma inopinada.

 El miedo a la exclusión y el hecho de que es un tipo de pobreza que se ceba con determinados grupos (emigrantes, gente sin estudios, trabajadores del sector primario), hace que se la estigmatice y que existan sectores considerados como problemáticos. Además, la cantidad de personas afectadas convierte los programas de ayuda en procesos interminables, laboriosos y, con mucha frecuencia, poco útiles, por lo que la reinserción en el mundo laboral es casi imposible. Es obvio decir que este tipo de pobreza es el que presentan en la actualidad casi todos los países europeos. “La pobreza es la incapacidad de satisfacer las necesidades mínimas”.

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