1/18/2012

La ambición, el peor de los males

Los pobres. ¿Solo ellos alcanzaran la vida eterna?
El apego a los bienes endurece el corazón, dificulta las relaciones con los demás, enfría la fraternidad humana, nos cierra al compartir con el necesitado. La ambición del dinero, aunque a veces no lo tengamos, nos lleva a destruir y destruirnos con tal de poseer. El rico nunca se conforma con lo que ya tiene, siempre ambiciona más y destruye. El grave problema de nuestro mundo, no es la falta de alimentos pues “la riqueza crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades…en las zonas más pobres, algunos gozan de un tipo de vida de derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora”.

El verdadero problema es la ambición. La ambición provoca la corrupción, la violación de derechos humanos, la ilegalidad, la destrucción del medio ambiente a favor de unos cuantos, miseria y pobreza. Nuestro planeta, semidestruido y agotado, nos grita que ha sido testigo en carne propia, de ambiciones que lo han saqueado y puesto al borde de su destrucción. El agua, el aire, los árboles, las minas, lejos de ser una fuente de ingresos y bienestar para todos los hermanos, se han convertido en botín de unos cuantos que saquean y arrebatan y al final dejan las zonas estériles y vacías. Miremos si nuestra ambición no ha dañado a personas, a la naturaleza, a la familia.


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