1/10/2012

El culto de los nuevos ídolos

“Salid a pedir limosnas y veréis maravillas”….
Lamentablemente en nuestra sociedad todo se basa en los bienes económicos y en el lugar que ocupamos en la sociedad, quien tiene el mejor coche, quien tiene la casa más bonita, la ropa más cara, quien tiene el mejor trabajo, en otras palabras quien tiene más poder. Por lo tanto crecemos con la idea de que entre más bienes económicos o más poder tengas serás una mejor persona.
La ambición en realidad no es algo bueno, y aunque suene exagerado es la raíz de todos nuestros problemas actuales: una persona que ambiciona, siempre quiere más! y por lo tanto nunca tendrá lo que quiere y nunca se sentirá satisfecho ni feliz. Creo que en vez de ambición deberíamos de tener aspiraciones, aspirar a ser una mejor persona en todos los aspectos, a ser más humano, a hacer cosas productivas por nuestra comunidad. La ambición puede ser positiva o negativa, es positiva cuando te hace crecer como persona desarrollarte, culturiza a las personas que tienen ambición de conocimiento y de crecimiento personal, también es positiva si la enfocas del punto de vista de tu crecimiento profesional, estudias o cuando luchas por conseguir un ideal, siempre y cuando ese ideal que persigas sea bueno y no algo que dañe a las personas, puedes ser mala también cuando la enfocas exclusivamente en el dinero y estas dispuesto a todo por conseguir tu objetivo sin importar quien salga dañado en el camino, lo único que te importa es conseguir tu objetivo.

Es dañina porque dañas a otros, pero también te dañas indirectamente tu mismo, ya que dañas tu imagen que proyectas a las demás personas. La ambición es una espada de doble filo, puedes ser un ambicioso positivo e igual lograr el éxito, pero un éxito positivo que la gente te agradecerá y serás un buen ejemplo a seguir por muchos, o puedes ser un ambicioso negativo y lograr tus objetivos a cualquier costo y ganarte muchos enemigos...la ambición hay que aprender a controlarla y La avaricia o codicia es el deseo desordenado de no que ella te controle a ti. Adquirir y de conservar bienes materiales y se refiere especialmente al deseo del dinero. La virtud que se le opone es el desapego de los bienes, que se llama también austeridad.

La avaricia y la codicia de los bienes ajenos son madre de muchos pecados: robo, rapiña, fraude, dolo en los negocios, falsificación de moneda, de pesos y medidas, adulteración de mercaderías, acaparamiento, sobornos, coimas o comisiones, estafas, venta de drogas, juegos de azar. El culto de los ídolos, fuente de todos los pecados, persiste en nuestra sociedad. No debe engañarnos el cambio de su apariencia. Hay ídolos del deporte, ídolos del cine, ídolos de la canción, ídolos de la música, ídolos del baile, ídolos de la política. Las técnicas mediáticas de la imagen no dejan de construir y de vender imágenes ante las cuales quedan cautivados los hombres. A esas imágenes les rinden culto. Son imágenes en las que se refleja lo que el hombre aspira a ser. Imágenes del hombre, pero divinizadas.

La gente de la civilización del consumo gasta su dinero en el culto de esos ídolos vacíos. Y como esas imágenes son ilusorias y nunca satisfacen el deseo más íntimo de los corazones, siempre se necesita más dinero para gastar en el culto de esas imágenes adoradas. La civilización del consumo en la que vivimos, fomenta por todos los medios la soberbia de esta vida. No basta el dinero del mundo para comprar y tirar y volver a comprar todo lo que se nos ofrece en los supermercados y los Grandes Almacenes. Así se fomenta la codicia, la avaricia, y el deseo del dinero, que promete obtener todas las cosas apetecidas. La manipulación psicológica impulsa a la avaricia proponiendo símbolos del prestigio y del poder.

El crédito y las tarjetas de crédito son un instrumento de la civilización del consumo. Precipitan en la ruina a muchos avarientos incautos y, lo que es peor, a sus familias junto con ellos. Pocos son los que logran la necesaria autodisciplina para usar prudentemente las compras a plazo y las tarjetas. (Además: esos instrumentos de crédito los paga el propio cliente de su bolsillo y le encarecen la vida).

Otro instrumento de fomento de la avaricia son los préstamos. Las cajas de préstamo son a menudo verdaderas trampas, donde los incautos ambiciosos se empeñan y terminan perdiendo sus pocas propiedades. Estos instrumentos suelen manejarlos mejor los ricos, porque tienen una cierta cultura de la administración, pero son generalmente ruinosos para las personas de clases medias. Cuando el avaro se ve ahogado por las deudas suele hacerse o cobarde o cruel. Algunos se quitan la vida cuando se ven abochornados por la ruina. Otros, acorralados por los acreedores, se precipitan en la incierta aventura del juego de azar. Otros se deslizan a estafar a amigos y parientes que de buena fe les han salido de garantía. Otros exigen sin piedad la liquidación de los bienes de herencia, aunque puedan perjudicar gravemente a parientes débiles o necesitados (poner en la calle a las tías viejas que viven en la casa paterna).

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