1/26/2012

No basta con lamentarse

El reto en nuestros días es hacer “milagros” que humanicen, dignifiquen y liberen. Necesitamos expulsar los demonios de la pobreza, la mentira y de la corrupción, necesitamos sanar a nuestra sociedad de la ambición y del materialismo, necesitamos una lucha abierta contra las drogas y la violencia. Necesitamos rehabilitar al hombre y hacerlo nuevo. En este día pensemos: ¿cómo estamos acogiendo al emigrante que viene a ganarse el pan con su trabajo? ¿En qué forma ejercemos la autoridad? ¿Qué “milagros” hacemos para dignificar a las personas? Sin temores, con sinceridad y audacia.

Ha habido muchos conflictos provocados por la ceguera del hombre, por sus ansias de poder y por intereses político-económicos que ignoran la dignidad de la persona o de la naturaleza. Hay demasiados escándalos e injusticias, demasiada corrupción y codicia, demasiado desprecio y mentira, excesiva violencia que lleva a la miseria y a la muerte. La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que se remite a instintos fáciles y poco nobles. No privemos a nuestros pueblos de la esperanza; es necesario que seamos verdaderos servidores de la esperanza.

Por todas partes se oyen quejas y lamentos, críticas e inconformidades, no sólo contra autoridades de todo nivel, sin excluir a las eclesiásticas, sino contra la misma familia: esposo contra esposa, padres contra hijos y éstos contra aquéllos. Hay insatisfacción por el sistema político, económico, educativo y laboral, por la violencia y la inseguridad, por el alza de los precios y la insuficiencia de los salarios, por la pobreza que no tiene horizontes fijos para ser abatida.

“Es verdad que ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día”. “las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo: el deseo de recibir una formación que les prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario”.

A esto hay que agregar los problemas personales, la falta de trabajo y de dinero, no ver claro el futuro, las enfermedades, la desintegración familiar, la soledad existencial, la falta de sentido de la vida y de esperanza.

No nos quedemos en lamentos y en descalificaciones de unos contra otros. Hay que proponer soluciones viables y apoyar a quienes tengan iniciativas solidarias. Visita a un enfermo y consuélale; si puedes, llévale algún recurso o un alimento. Comparte ropa o comida con un emigrante, con un desempleado, con un anciano abandonado. Date tiempo para escuchar a tu cónyuge y a tus hijos, a tus padres y amigos. Preocúpate por los presos, sin condenarlos por su condición moral. Ofrece comprensión a un alcohólico y a un drogadicto; necesitan amor.

Si eres diputado o senador, analiza lo que decides y piensa siempre en el bien del pueblo, no sólo en los intereses personales y de tu partido. Si eres empresario, sé justo con tus trabajadores y comparte tus ganancias con generosidad. Si puedes incidir en la economía internacional, propón cambios estructurales de justicia y solidaridad. Si tu trabajo es impartir justicia, procede con verdad y sin corrupción. Si eres gobernante, abre tu corazón a los pobres y excluidos, sin abusar del poder y sin arrogancia. Si te dedicas al narcotráfico, al secuestro, a la extorsión, al lavado de dinero, a la explotación sexual de menores y de mujeres, arrepiéntete de todo corazón y cambia de vida.

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