1/04/2012

Los pobres merecen ser protagonistas de su Historia

La radicalidad de los retos se tornan aún mayores cuando, y tanto por la defensa de la dignidad de la persona, como por la búsqueda de la eficacia a largo plazo, se debe procurar que el pobre se implique mucho más en las acciones y llegue a ser protagonista de su misma historia. La dignidad de la persona humana, el derecho a ser respetado, a ser valorado, a ser tenido en cuenta, "pobre es el que no cuenta para nada", también podemos decir que pobre sigue siendo, "si sólo contamos con él para que reciba de nosotros". El refrán de "dar una caña antes que un pescado" se radicaliza más todavía con otros gestos que permiten que sean ellos portadores de su propio destino. Los países del empobrecido necesitan de ayudas, de estímulos, de garantías, pero también necesitan y reclaman ser gestores de su propia resurrección, no ser sólo o principalmente receptores, lo que sería, sin duda, otro tipo de refinado asistencialismo. Todo esto a nivel teórico y desde la óptica tanto de los derechos de las personas como de la eficacia de las acciones, es claro y admitido, por lo menos en buena parte por todos, sin embargo presenta dificultades reales en la práctica, que hacen que muchos desistan de esta óptica y se refugien más en la programación de la ayuda vertical. De nuevo nos encontramos con la utopía, y utopía evangélica, sabemos de la necesidad de su protagonismo, nos salen al paso dificultades reales, sin embargo la apuesta debe seguir siendo clara. Es una nueva lectura de la realidad del pobre, creer en él, aprender de él, la realidad del pobre nos capacita también a pensar de otro modo. Esto nos lleva a continuar en el respeto mayor, en la mayor valoración. Y nos llevará a cambiar nuestras actitudes. Ayudarlo para que surja, pero no sólo incorporarlo a las tareas de transformación, sino dejar que él sea gestor de su propia historia. Creer, en la fuerza histórica de los pobres. La disminución de recursos, la carencia de alimentos, vestido, medios de educación, de protección de la salud y otras facilidades que favorezcan la vida del hombre, conducen inexorablemente a la pobreza y a la marginalidad.

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