7/01/2011

Hay que combatir la pobreza

• Responsables de los pueblos, clases poderosas que tenéis a veces improductivas las tierras que esconden al pan que a tantas familias falta: la conciencia humana, la conciencia de los pueblos, el grito del desvalido, y sobre todo la voz de Dios, la voz de la Iglesia os repite: es justo, no es humano, no es cristiano continuar con ciertas situaciones claramente injustas. Hay que poner en práctica medidas reales y eficaces.

. Aparecen muy diversas imágenes de Iglesia. Se vislumbra la Iglesia de la interioridad pero también la que se aventura y se arriesga a llevar el anuncio público; la del consuelo y la de la inseguridad; la de la fuerza y la del respeto; la que interpela y cuestiona pero también la que es sometida a la prueba y a la interpelación; la que predica y la que viene puesta en duda, obligada a dar cuentas y llamada a la coherencia.

• El odio viene cuando no se acepta al otro por hermano. Si miramos a las personas diferentes como enemigos o adversarios en nuestra lucha por los bienes materiales, se despierta la envidia y la ambición y no pensamos en que son hermanos nuestros, sino los miramos como rivales. El verdadero discípulo tendrá que cuidarse de no ser odiado por su incongruencia o por no ser fiel al evangelio, por hablar una cosa y hacer otra

• LA POBREZA, es la situación que afecta a las personas que carecen de lo necesario para el sustento de sus vidas. Nos encontramos ante un concepto multidimensional; no contempla sólo aspectos económicos sin que además incluya aspectos no materiales y ambientales .En otras palabras, la pobreza implica no tener la oportunidad de vivir una vida larga, sana, y disfrutar de libertad y respeto por sí mismo y de los demás.

• El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano resalta como principal causa de la pobreza la carencia de compromiso político y no la excusa relacionada con escasez de recursos financieros para justificar la situación de constante evolución de la pobreza. Crecimiento económico no implica desarrollo social. En muchos países, se ha mejorado económicamente pero no así la calidad de vida de sus habitantes.

• Necesitamos una globalización más globalizada, donde todo el mundo pueda tener los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas calidades de vida. Y las decisiones políticas podrían ir en ese camino, gobernando para buscar y mantener la paz, la justicia y la solidaridad. Sin estas tres premisas todo se hace más complicado. Generar más solidaridad en todos los ámbitos nos procurará un futuro distinto quizá mejor.

• Es innegable que la pobreza ha aumentado en niveles alarmantes a nivel mundial. Hay una mayor brecha en cuanto a los niveles de vida entre ricos y pobres y los Estados se muestran incapaces o desinteresados en buscar fórmulas para la resolución de los graves problemas sociales. Muchos se ven obligados a planificar estrategias de supervivencia para resolver su situación, haciendo trabajos en la economía sumergida.

• La solidaridad como actitud de fondo implica, sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia. No se trata sólo de la profesión de buenas intenciones sino también de la decidida voluntad de buscar soluciones eficaces en el plano técnico de la economía, con la clarividencia que da el amor que brota de la solidaridad.

• El creyente no puede utilizar la esperanza cristiana como coartada en favor de un desinterés por los compromisos con los demás hombres en las tareas comunes de este mundo. El cristiano ha de atestiguar y verificar ante el mundo su esperanza participando activamente en lo que la humanidad espera. La fe y la caridad cristiana requieren la mediación de las criaturas: el amor a Dios pasa a través del amor a los hermanos.

• El hambre es sencillamente la pobreza llevada a su máxima expresión. Con lo cual, lógicamente, hay que combatir la pobreza, hay que dar a la gente los medios y las condiciones para que puedan enriquecerse. Cuanto más responsable y preparada sea la gente en el poder, menos hambre habrá en el mundo. El problema es que todo esto, como demuestra la historia de la especie, es mucho pedir.

Mientras muchos de nosotros venderíamos nuestras almas por conseguir la pastillita mágica que nos permitiera hartarnos de churros, chorizo y huevos fritos sin aumentar de peso. y (claro) sin incrementar los niveles de colesterol, hay 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama todas las noches con hambre. Y hay más de 800 millones que tienen sobrepeso o padecen obesidad.

• En otras épocas el hambre era un fantasma que recorría todo el mundo pues cualquier desastre en una cosecha, una guerra civil o las inclemencias del tiempo podían dejar sin alimento a miles de personas. Con el desarrollo de la industria alimentaria muchos países dejaron definitivamente atrás ese cruel fantasma. Pero mientras a mucha gente le basta abrir la alacena una gran parte del mundo sigue teniendo hambre.

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