7/18/2011

No matemos la esperanza

• Quizás nuestra esperanza la depositamos demasiado ingenuamente en los poderosos. Quizás nuestro sueño haya sido llegar a ser y vivir como ellos. Quizás nos hemos valorado poco a nosotros mismos… Puede ser que necesitemos penetrar más en nuestro propio corazón, apreciar más nuestras propias riquezas y ponerlas más al servicio del pueblo. Parece que debemos atizar más a fondo el rescoldo de nuestra fe.

• Hoy vivimos en un gran pluralismo que nos lleva a ser tolerantes, pero ojalá no nos lleve a ser ambiguos y a pensar que todo es igual. Cada quien quiere llamar verdad a su propuesta, cada quien quiere imponer sus opciones…merecen respeto pero también claridad y no debemos llamar bien a lo que perjudica a los demás, ni callarnos ante lo que es injusto. Sí, una libertad plena, una entrega completa, hablar con la verdad

Aparentemente no somos malos, pero tampoco hacemos las obras que producen los frutos que se espera de nosotros. Tranquilizamos nuestra conciencia y nos sentimos a salvo. No podemos adulterar el evangelio y quedarnos tranquilamente compaginándolo con la ambición, con el poder y con la corrupción. ¿Somos cristianos “acomodados” que han traicionado el evangelio? Que resuene en nuestro interior la palabra fuerte de Jesús, que nos sacuda, que nos transforme, que nos saque de nuestras tibiezas.

• Hoy Dios también escucha y mira los dolores y sufrimientos de sus hijos pequeños que se encuentran en situaciones de esclavitud. Hoy también nos pide ser sensibles al dolor del oprimido. No podemos permanecer alejados e indiferentes frente a estas situaciones dolorosas de injusticia y de violencia. Hoy Dios nos dice que nuestro pueblo está sufriendo y que sus clamores llegan al cielo ¿Nos quedaremos indiferentes?

• Misericordia quiere decir hacer el corazón pequeño para ponerlo junto al otro. Misericordia es signo de fraternidad y comprensión. Serían los principios que deberían guiar a toda persona en sus decisiones y proyectos. También las autoridades y los gobiernos deberían poner en primer lugar la dignidad y el respeto de los pueblos, de las comunidades y de las personas, antes que sus intereses partidistas o políticos.

¿Cuántas veces nos hemos estrellado contra el muro de la incomprensión basada en las leyes? No se puede hacer algo porque está escrito en la ley o porque la ley no lo permite. Hemos llegado hasta la estupidez de no poder hacer trámites educativos o legales porque al haberse perdido un documento, “la persona no existe”. Hoy como ayer, leyes que fueron puestas para cuidado de la dignidad y el respeto de las personas se pueden convertir en esclavitudes y desprecios de la persona.

Nunca podrá ponerse ni la ley, ni las normas, ni los códigos morales por encima de las personas. Existen para ayudar a hacer una vida más digna, para proteger su dignidad. Parecería que la religión y las leyes han caído en manos de personas que las usan para su propio provecho. Baste pensar en los fuertes intereses que se mueven detrás de cada una de las leyes, aún las más sagradas, que no dudan en pasar por encima de la vida y la dignidad de los pueblos y las personas.

Quizás hemos perdido el rumbo y estamos más atentos a condenar y a juzgar las actitudes de otros que a suscitar esperanza y promover la justicia. Ningún cristiano puede hacerse el desentendido ante la opresión y el dolor de nuestro pueblo. Es cierto que hay pesimismo en muchos ambientes y se agrava por los constantes desahucios y la falta de trabajo. No seamos pregoneros de desdichas, sino portadores de esperanza

Se divide el mundo en buenos y malos, y claro que nosotros nos ponemos siempre del lado de los buenos. Se condena a los demás, se les quiere destruir, se les mira con recelo. No se puede condenar sin el riesgo de matar brotes de vida. El recurso fácil y hasta tendencioso, de dividir a las personas en buenas y malas, no solamente puede resultar falso, sino que trastoca los valores y destruye a las personas.

Es cierto que existe el mal y lo comprobamos a diario, pero también es cierto que a nosotros no nos toca juzgar y que con nuestra mirada miope nos equivocamos con muchísima frecuencia. La cizaña ha pasado a ser sinónimo de maldad, de división y de zancadilla. Debemos entrar en diálogo con el hermano que vive junto a nosotros, con sus problemas e inquietudes reales, sin pretender imponer nuestra supuesta superioridad o nuestros mejores criterios.

• Descubrir la maldad en las personas cercanas nos duele mucho, pero ser consciente de los propios fracasos, captar que también hay cizaña en nuestro corazón, puede llevarnos al desaliento y al pesimismo. Hoy también vemos brotes de esperanza en muchos sitios y en personas que parecen desconocidas, no apaguemos esa mecha que está encendiendo, no despreciemos esos pequeños esfuerzos, no matemos la esperanza.

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