7/26/2011

lo que ahora llamamos “la tercera edad

Nos dice la tradición que Joaquín y Ana era los padres de María y no podemos menos de imaginar a los abuelitos de Jesús compartiendo la alegría y preocupaciones de la nueva familia, llenando de cariño y cuidados a Jesús… todo es tradición y un poco de imaginación, pero no es difícil imaginarlo teniendo presentes las costumbres judías de la familia y el respeto que se pedía para las personas mayores.


Ellos, tenían la obligación de transmitir la fe y las costumbres y de hablar de los prodigios que el Señor había realizado con Israel. Tenían un puesto en la familia y en la comunidad. Hoy, aunque se hacen esfuerzos por hacer su existencia más llevadera, es difícil la situación de los ancianos. Al cambiarse el modelo de familia, encontramos a muchísimos ancianos en situaciones graves de soledad, de abandono y de descuido.

Las jubilaciones tienen un aspecto positivo de dar sustento a quien lo han ganado con el sudor de muchos años, pero también tornan a las personas de la tercera edad en individuos que ya no son “útiles” para la sociedad. Encontramos así a muchos hombres y mujeres con sabiduría, con fuerzas, con ingenio y con mucha capacidad, que no encuentran un sitio ni en las familias ni en la sociedad. Alguno de ellos me comentaba que el estar tanto tiempo solo le traía una serie de imaginaciones, de enfermedades y el sentimiento de inutilidad.

Pienso que como Iglesia debemos buscar un espacio para todas estas personas, no como un refugio, sino como un reconocimiento a su madurez, a su capacidad de enseñanza y de transmitir la vida. No podemos asumir la actitud que algunos decían antes: “Ya está viejo, ya debe ir pensando en entregar cuentas”. No, creo que puedan vivir plenamente la vida porque han tenido experiencia, ahora tienen el tiempo para la oración, para la reflexión y para transmitir todo lo que han acumulado en su corazón.

Tenemos una gran deuda con todas estas personas mayores. Que pensando este día en San Joaquín y en Santa Ana, demos respeto y oportunidades a todos ellos y que también ellos se miren a sí mismos con una gran riqueza que pueden y deben aportar a la sociedad y a la Iglesia.

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