2/22/2012

Todos unidos contra el racismo

Aquello que denominamos «estrategia del odio» es sin duda el principal objetivo sobre el que consideramos es preciso actuar. Se trata no tanto de difundir un mensaje bienaventurado y amable sobre las dichas de la tolerancia sino de denunciar el proceso por el que las sociedades son cada vez más débiles ante las actitudes xenófobas y discriminatorias. Nuestra experiencia nos indica que no es suficiente con difundir sentimientos de respeto y consideración hacia la diferencia cuando cada uno de nosotros se ve expuesto, diariamente, a discursos mucho más elaborados y agresivos, que cuestionan el fundamento mismo de la convivencia ciudadana.

No consideramos a los seres humanos en su individualidad. Estamos acostumbrados a incluir a las personas en comunidades cerradas y muy definidas. Esto, que en sí es una capacidad humana, nos puede llevar a olvidar que los grupos lo forman personas individuales y a partir de ese olvido desencadenar la estrategia del odio.

El individuo es obligado así a disponer de unas características, de un reclamo, de una etiqueta que lo define y limita, que lo nombra y localiza, que lo compromete y ahoga. La comunidad así creada es uniforme, sin contradicciones. La pureza se convierte en una obsesión y cuanto más puro, menos «contaminado», más respeto merece.

Comprometido en la reivindicación de lo propio como único y superior, el individuo se ve condenado al enfrentamiento con lo diferente en vez de asumir su propia e íntima diversidad. Las comunidades se enfrentan así, cada una convencida de su razón, en una dialéctica infernal en la que el objetivo final sólo parece ser la supervivencia de los grupos más fuertes, de los más astutos, de los más poderosos.

El distinto, el extranjero, el foráneo, el raro, el diferente es sometido a un progresivo proceso de deshumanización. El otro no sólo es diferente sino que hay algo que no va bien en el otro. Comienza así un proceso de difamación con la creación de falsas imágenes sobre el «diferente» que van calando en el subconsciente social, en cada uno de nosotros que vamos asumiendo los tópicos, los estereotipos, referidos a lo que nos es extraño, a lo que nos es desconocido y por tanto a lo que nos da miedo.

Una vez que la población, que consideramos y se considera, normal, ha interiorizado la falta o la menor humanidad del «otro», es decir su inferioridad, dar el siguiente paso de la «estrategia del odio» es fácil. Los «otros» no sólo son inhumanos sino que además suponen una amenaza. El distinto vive convertido en un blanco estático, en el punto de mira del grupo de normales. En el punto de mira, y esto es básico, no sólo de los iniciadores de la estrategia del odio sino de personas comunes, frecuentemente las más desprotegidas y especialmente en momentos de crisis.

Cualquier persona puede caer en la estrategia del odio, personas sin empleo, padres preocupados por sus hijos, pequeños comerciantes asustados por la delincuencia, etc., pueden unirse a la agresión y la discriminación. El odio entre "comunidades" y el inevitable enfrentamiento, responden a problemáticas muy complejas. Sin embargo, nos atrevemos a apuntar que quizás un camino cierto para combatir la estrategia del odio esté en el descubrimiento de la diversidad como núcleo de la convivencia social. Sólo individuos libres, conscientes de su complejidad y de su propia e íntima diferencia, distintos a sí mismos y a los demás, pueden acordar convivir en tolerancia.

Creemos que no debemos caer en las generalizaciones ni siquiera cuando son positivos del estilo "los emigrantes son mis amigos". Esto lleva a que si un día te agrede un "emigrante", se caiga el anterior planteamiento simplista, y lo peor, quizás te lleve al otro falso extremo: "los emigrantes son delincuentes", que es el perfecto caldo de cultivo para la estrategia del odio. En definitiva, somos iguales, somos diferentes, somos personas.

Por ello debemos comprometernos en el antirracismo, en la lucha por la igualdad y la tolerancia, no sólo por apoyar a los más desfavorecidos o discriminados, sino porque la alternativa de los que odian la diversidad humana, de los intolerantes, nos destruye también a cada uno y cada una de nosotros.

No terminamos de ver con claridad, vemos a los demás como si fueran árboles que caminan. No terminamos de ver personas. Y me atrevería a decir más, no vemos semejantes. Vemos a moros, vemos a negros, vemos a peruanos, vemos a ecuatorianos, vemos a gitanos... y no vemos a las personas como nosotros que hay detrás de su procedencia. ¿Tanto nos cuesta ver personas en los demás? Personas que, como nosotros, tienen necesidad de ser felices, de trabajar y ganarse el pan, de...

También lloran. También sangran. También ríen. También aman. También odian. También...
También necesitan, como nosotros, ver a nuestro semejante, no como un árbol que anda, sino como un HOMBRE. Los árboles no van a ninguna parte, del mismo modo, muchos hombres caminan pero tampoco van a ninguna parte, son como árboles, no tienen esperanza, no tienen amor, .....

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