2/05/2012

No es malo pedir disculpas

Vivimos acostumbrados a una “comodidad” moral que nos permite hacer lo que queramos y cuando se nos antoje, sin sentir remordimientos ni penas; es como si hubiésemos comprado un ticket de “no culpas” que nos exime de asumir la responsabilidad de nuestros actos sin que nos veamos muy afectados en el asunto.

Es increíble la capacidad que tenemos las personas de convertirnos en unas perfectos cínicos que, después de haber roto el jarrón, le echan la culpa al viento, a las circunstancias, a Juanito, a Pepito e incluso al mismo jarrón. ¡Qué falta de espíritu y vergüenza! ¡Qué falta de sinceridad y humildad! Da pena ajena saber que existen personas que intentan lavar sus malas acciones con el corazón de un ser que cree en las buenas intenciones de los demás.

¿Te parece sumamente bonito que seamos de ésa clase de personas que tras sus faltas arremeten contra quien fue vulnerado? ¿Te parece que ello sea justo o quizá digno de alguien que intenta superarse cada día? No podemos seguir en el juego del “contraataque”: te saco el ojo y te traiciono Florecita, tú te sientes herida y para rematar con broche de oro te echo mis responsabilidades a ti: “si te saqué el ojo era porque no sabía que eras tú, en todo caso, tú me provocaste”.

Agachar la cabeza no es un acto que esté contraindicado para la salud y tampoco es que usemos cuellos ortopédicos de forma permanente que nos lo impidan. Equivocarnos es normal, somos seres humanos que a costa de aciertos y errores van labrando su camino. Lo que sí es inadecuado, es que no demos espacio a nuestra alma para que se reivindique y limpie su sendero de todas las manchas negras que, desde nuestra insensatez le hemos formado a nuestro corazón. Porque hay algo claro y es que las heridas que causamos no solo dañan a las otras personas sino que, crean un capítulo oscuro en nuestras vidas que no queremos abrir, precisamente porque sabemos que hemos sido nosotros quienes han hecho daño y no queremos seguir viendo nuestras manos oscurecidas por el dolor que un día causamos. Pero no podemos volver el tiempo atrás para jamás haber lastimado… El tiempo no perdona, pero los corazones sinceros sí.

Es aquí donde podemos elegir entre dos opciones:

• Que nuestro corazón siga lleno de miedos y reticencias para así, cuando nos encontremos con aquella persona que lastimamos le escondamos la mirada y temamos que devele aquel pasado en el que no fuimos seres guiados por a luz o,

• Alzar la cabeza reconociendo nuestras faltas y pidiendo excusas por las mismas, de forma tal que no nos atemorice mirar atrás.

No sé ustedes… ¡pero yo elijo la segunda opción! ¿No se han puesto a pensar que mientras nos llenamos de disculpas para no afrontar las consecuencias de nuestros actos nos estamos perdiendo de aprender e incluso sonreír sin temores? ¿Acaso somos de la clase de personas que prefieren perder a un o una amiga antes de aceptar sus propios errores?

No está de más expresar nuestros sentimientos… Ello nos dará mayor alivio a nosotras que a los demás, porque piénsalo, habrás puesto un punto final a lo que guardabas como una gran culpa, cuando para los demás puede que sólo haya sido una desafortunada vacilación en tu caminar.

No hay comentarios: