2/23/2012

La importancia de lo material

¿Cuánta importancia damos a los logros materiales? Es una buena pregunta para meditar, porque, de acuerdo a lo que se puede ver, la familia ha pasado rápidamente a un segundo plano y todo se ha convertido en un producir para ganar más: más poder, más riqueza material. No es difícil caer en la tentación de atesorar para el futuro, no es difícil el definir como política de vida el alcanzar todo aquello que queramos, no es difícil excusar todo en una frase gastada por lo usada: “no lo quiero para mí, sino, para dar a los míos lo mejor”; pero, aquellos a quienes llamamos “los míos”, realmente querrán lo material o querrán recibir afecto, contar con uno cuando lo necesitan, saber que uno está dispuesto a darse a ellos.

La sociedad nos lleva hacia la opción triunfalista, nos convierte en seres mecanicistas, en trabajó licos, en “entes productivos”, pero, en nuestro interior ¿qué nos deja?. El vacío de no saber cómo entregarse, de no poder dar amor, es inmenso, el convertir el amor y el dar en un acto reflejo de entregar bienes materiales y buscar así demostrar lo que sentimos, es algo que nos va convirtiendo día a día en proveedores y nos aleja de nuestro origen.

Cuando nos toca tratar con otras personas, ya sea en conversaciones sociales o de trabajo, y esa persona tiene su mirada sobre diferentes objetos y no nos mira, ó simplemente se distrae ante cualesquier ruido o movimiento, ¿cómo nos sentimos?; cuando frente a nosotros hay una persona que nos mira a los ojos y demuestra interés en lo que se está conversando, la impresión de ella ¿no es acaso la de alguien con quien es muy grato tratar?.

Cuando conversemos con una persona lo tenemos que hacer sentir que para nosotros no hay nada, ni nadie más, que él o ella, que es lo más importante. Esta actitud es la que, pienso, debemos tener todos; una actitud de escucha, de apertura, de intentar entronizar el problema que se nos plantea, para luego, intentar entregar una propuesta de solución; hay veces que ni siquiera se espera una respuesta, sino que, basta con escuchar atentamente a la persona y ella por si misma descubrirá la respuesta que subyacía en su interior.

¿En nuestra vida, qué debemos aspirar a dar y que aspiramos a recibir?, ¿vamos tras los logros materiales?,
“las riquezas materiales que acumulas hoy, no las podrás llevar contigo cuando mueras”, y creo que, en nuestra sociedad cada día se hace más necesario vivir y acumular las riquezas que permanecen con nosotros aún después de nuestra muerte, esa riqueza que nosotros no podemos medir, pero, que quienes nos rodean sí. Vivir en constante entrega a los demás, preocuparse de lograr el bien del otro, estar abierto a las necesidades de quienes nos rodean, y principalmente en quienes nos causan o han causado algún mal, perdonar a quienes nos hacen daño, en resumen: amar a nuestro prójimo.   Durante  años, se ha tratado el tema de la justicia social y se le han dado tantas interpretaciones que se ha terminado por prostituir el término y convertirlo en una consigna política, todas las ideologías la presentan de acuerdo a su conveniencia, unos hablan de lucha de clases, otros de reivindicación social, de humanismo, etc…, de acuerdo al momento es el nombre que se le da, pero, no pasan de quedar en consignas o promesas. El verdadero cambio que haga posible la justicia social, debe venir desde dentro, de nosotros mismos, de un convencimiento profundo de la necesidad de equidad, si no creemos en la necesidad del cambio éste nunca se producirá.

Hoy en día, muchos no somos capaces de conmovernos frente a la necesidad. Frente a todo lo antes expuesto, cabe preguntarse ¿podemos aspirar a un trato justo y digno?, no sería mejor empezar analizándonos y ver que hacemos nosotros por los demás. Acumulemos riquezas que podamos llevar con nosotros al morir y no nos preocupemos tanto de las que quedarán acá y serán “presa de la polilla”. No permitamos que las cosas pasajeras emboten nuestra vida, de tal forma que nos dejen con la mirada puesta en la tierra y con el corazón vacío del amor, que debe guiar al hombre tanto en sus obras como en sus palabras. Ojalá y no tengamos los ojos cerrados, ni el corazón endurecido tanto para comprender como para aceptar el amor, y el perdón.

Hay que tener un poco de fe.. y Esperanza

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