12/01/2011

Liberémonos del egoismo

Nuestras mejores acciones quedan de ordinario manchadas e infectadas a causa de las malas inclinaciones que hay en nosotros. Cuando se vierte agua limpia y clara en una vasija que huele mal o vino en una garrafa maleada por otro vino, el agua clara y el buen vino se dañan y toman fácilmente el mal olor.
Y nuestras acciones, aún las inspiradas por las virtudes más sublimes, se resisten de ello. Es por tanto, de suma importancia para alcanzar la perfección liberarnos de lo malo que hay en nosotros. Somos, por naturaleza, más soberbios que los pavos reales, más apegados a la tierra que los sapos, , más envidiosos que las serpientes, más glotones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas.
En el fondo no tenemos sino la nada. Debemos morir todos los días a nuestro egoísmo, es decir, renunciar a las operaciones de las potencias del alma y de los sentidos, ver como si no viéramos, oír como si no oyéramos, servirnos de las cosas de este mundo como si no nos sirviéramos de ellas. "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo y no produce fruto"...
Si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones no nos llevan a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos fruto que valga la pena y nuestras devociones serán inútiles; todas nuestras obras de virtud quedarán manchadas por el egoísmo y la voluntad propia. A la hora de la muerte nos encontraremos con las manos vacías de virtudes y méritos.
Porque no hay que creer que es oro todo lo que reluce, ni miel todo lo dulce, ni el camino más fácil y lo que practica la mayoría es lo más eficaz para la salvación.
Así como hay secretos naturales para hacer en poco tiempo, pocos gastos y ciertas operaciones naturales, también hay secretos en el orden de la gracia para realizar en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales, liberarnos del egoísmo, llenarnos de Dios y hacernos perfecto.

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