12/02/2011

El agua es un bien escaso

Solo cuando el agua nos falta un solo día es para volver locos a todos. Normalmente la desperdiciamos, dejamos llaves abiertas, la contaminamos, como si el agua nunca se fuera a acabar, pero cuando empieza a faltar y tenemos que racionar cada gota nos llega la desesperación.
Son terribles las cuentas y predicciones que hacen los estudiosos a nivel mundial. Hablan de dos tercios de la humanidad que ya están sufriendo por falta de agua. Pero cuando la tenemos en nuestras manos pensamos que se encontrarán nuevas soluciones.
Junto con el agua dulce, que cada día es menos, la resequedad y la ausencia de una sensibilidad humana, agravan el problema y lo hacen de unas dimensiones que pueden llegar hasta la catástrofe. El agua se tornará en objeto de comercialización, de control y de guerra.
Nada se podrá entender, y nada podrá solucionarse, si en el interior de la persona sólo se encuentra el vacío, la ambición, el ansia de poder. Podrán disfrazarse las intenciones, se buscarán pretextos para la lucha, se recurrirá a las diferencias de los pueblos, pero siempre se tendrá que llegar al corazón de la persona para descubrir si tiene su verdadero manantial o si tiene que estarse surtiendo de exterioridades y apariencias.
Si caminando por las atestadas calles de nuestras ciudades, tratamos de descubrir qué hay detrás de los rostros herméticos de las personas que con prisas, preocupaciones y un desentendimiento de lo que sucede en el exterior, parecen dirigirse a un lugar seguro, no es difícil percibir una sensación de desencanto y frustración.
No es sólo la constatación de una crisis económica que no logramos solucionar, no es sólo la violencia que nos desestabiliza y nos hace sentir impotentes, va mucho más allá… crece el miedo social, la actitud defensiva y agresiva, la impotencia y el vacío. Es como si estuviéramos tocando fondo y quisiéramos refugiarnos detrás de una máscara o detrás de nuestras cuatro paredes. Pero aún allí nos llega la nostalgia, la náusea y el aburrimiento.
Los suicidios, las drogas, el alcohol, la ambición desordenada, la pornografía y los desenfrenos, no son sino expresiones de este vacío que se quisiera llenar con cosas exteriores, pero continúa el corazón agrietado y sediento en busca de verdad y de amor.
Quien tiene un manantial en su interior siempre desborda fecundidad e irradia amor. Ya no quiere a los hombres egoístamente para sí, es capaz de ofrecer una buena nueva y dirigir sus sentimientos a un nuevo amor. Ha entendido que la felicidad no se encuentra en la acumulación egoísta de posesiones para sí, sino en la construcción de la felicidad de los demás y contribuye a que descubran una nueva vida.
Hoy es día de compartir con los demás nuestra propia felicidad, la felicidad que hemos recibido. Y ¿por qué no? También comprometernos en el respeto, cuidado y conservación del agua, como una forma concreta de expresión de nuestro manantial interior.

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