6/28/2011

¿Qué frutos estamos dando nosotros?

• La incongruencia de países de una mayoría cristiana, ya católica, o protestante, y sin embargo de una injusticia insultante, de unas estructuras de corrupción y mentira, y de unas diferencias abismales en la posesión de los bienes. ¿Qué frutos estamos dando nosotros? ¿Ha fallado la Palabra de Dios? Me parece que nos hemos conformado con la apariencia y nos hemos quedado con el barniz de cristianos, sin vivir el Evangelio.

• Cuando se utiliza la religión para el provecho de unos cuantos, no se puede dar buenos frutos; cuando se escuda en el evangelio para los propios intereses, aparecen la mentira, la corrupción, la injusticia… la solución no es abandonar el evangelio como si no fuera capaz de transformar la sociedad. La solución es tomarlo en serio, vivirlo en profundidad y adoptar una buena actitud para vivir con coherencia nuestra fe.

• “Trata a los demás como quieres que ellos te traten”. Parece muy sencillo pero cuando la ponemos en práctica descubrimos que si nos ponemos en la situación del otro, todas las cosas cambian. ¿Está alguien en una situación difícil? ¿Cómo te gustaría que te ayudaran a ti? Pues eso mismo tienes que hacer porque es tu hermano. ¿Alguien fracasó y no tiene a nadie quien se ocupe de él? Y si fueras tú ¿cómo te sentirías?

• Lo que decimos con los labios no lo contradigan nuestras obras. Si lo que es importante en nuestra vida como es el amor, los sueños, aquello en lo que nos empeñamos o lo que guardamos como recuerdo, lo construimos sobre una arena movediza que no tiene fundamento, es arriesgarse irresponsablemente a que nuestra vida sea fatalmente vulnerable, sin significado y víctima de la improvisación o de cualquier desaprensivo ataque

• No se puede entender que todos comamos de un mismo pan, para después destruirnos. No se puede entender que participemos del pan de vida y que después seamos indiferentes ante el hambre de los hermanos. La Eucaristía es el Pan de la Vida donde todos tienen la misma dignidad y mismo derecho al alimento y donde todos tienen la obligación, de procurar lo necesario para todos y donde todos son tomados en cuenta.

• ¿Qué podremos hacer hoy nosotros para que nuestra fe sea viva, rompa las barreras y sea fuente de liberación? ¿En qué consiste la verdadera fe? Es una pregunta que con frecuencia nos hacemos y que muchas veces hemos buscado responder con una serie de verdades en las que debemos creer. Lo primero es una gran preocupación y amor por el prójimo. La salvación es para todos y la fe es fuente de vida en todos los sentidos.

• Hoy nos decimos discípulos de Jesús pero no luchamos por la vida, por la justicia y por la verdad. A veces queremos esconder esta radicalidad de Jesús en estructuras, en costumbres y en apariencias. Sin embargo las palabras de Jesús suenan fuertes y exigentes: “el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí”. Y recordemos lo que significa la cruz de Jesús: una entrega plena para que todos los hombres tengan vida

• El parámetro para juzgar si somos verdaderos discípulos de Jesús: si nos afanamos y luchamos porque todos los seres humanos tengan vida en plenitud. Si nuestro esfuerzo es por el cuidado y la construcción de una casa común para todos los hombres, donde cada persona pueda vivir con dignidad, con las garantías suficientes de seguridad, de alimentación y de salud. Sólo entonces nos podremos decir discípulos de Jesús.

• Seguir a Jesús exige una renuncia radical a nuestros propios instintos y ambiciones. No va en contra de la búsqueda de felicidad y de plenitud de vida, sino en contra de una vida incompleta y de una vida falsa que ponen sus cimientos en el poder,el placer o en los bienes. Y esto nos puede provocar conflictos como lo comprueban quienes optan abiertamente por la defensa de la vida y de la dignidad de toda persona.

• Defender la vida hoy, puede ofrecer sus peligros, pero el verdadero discípulo está dispuesto a afrontar esos riesgos una y otra vez sin desmayar. Parecería sencillo, pero igual que Jesús, tienen que enfrentarse con todos los que cometen tantas agresiones contra la vida, ya sean los poderes comerciales, económicos, políticos o simplemente los agentes del terrorismo. Jesús insiste en el amor como fundamento de la misión

• La apertura al otro es el comienzo del camino hacia el reino. Nosotros experimentamos la dificultad de acoger al otro, al extraño; al padre anciano o al hijo concebido; al enfermo crónico o al terminal; al que es distinto de nosotros. Acoger al otro es correr un riesgo. Sin embargo también es una oportunidad y un descubrimiento pues el amor crece y el encuentro convierte al “otro” en oportunidad para enriquecerse.

• ¡Qué difícil es demostrar la inocencia! No valen palabras, ni explicaciones y menos si no se tiene a nadie poderoso como abogado. “Ahora entiendo mejor a Jesús, que siendo inocente estuvo preso y sin poder defenderse. Ahora puedo decir que a pesar de todo estoy dispuesto a seguirlo”. Así sucede cada vez que logramos descubrir en el rostro del otro, los rasgos del rostro de Jesús. ¿Qué me exige hoy el evangelio de Jesús?

• El miedo y la falta de fe. ¿Una, consecuencia de la otra? Son las realidades que al hombre moderno, que tanto se ufana de sus seguridades, más le atormentan. Miedo al futuro, miedo a los peligros, miedo a los otros, miedo al sufrimiento. Y quizás en la raíz de todos estos miedos esté la falta de fe. De una verdadera fe que es entrega y compromiso, que es donación plena de la vida, y seguridad en quien hemos confiado

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