9/23/2011

Un Mesias de acuerdo a nuestros intereses

San Pío de Pietrelcina
Ageo 2,1-10: “Dentro de poco tiempo llenaré de gloria este templo”
Salmo l 42: “Envíame, Señor, tu luz y tu verdad”
San Lucas 9,18-22: “Tú eres el Mesías de Dios.- Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho”
Encontramos hoy la misma pregunta que nos hacíamos ayer: “¿Quién es Jesús?”, pero mientras ayer las dudas y los temores asomaban en la mente de Herodes, hoy se siente un ambiente de esperanza y de ilusión creyendo descubrir en Jesús al Mesías anunciado que vendría a cumplir todos los sueños. Quizás nos convendría leer el pasaje de la primera lectura de este día donde el profeta Ageo busca despertar y alentar a los desfallecidos habitantes de Jerusalén que recuerdan con añoranza las bellas construcciones antiguas que ya no existen más. ¡Qué difícil es reconstruir lo que ya habíamos hecho y ha desaparecido! ¡Qué difícil despertar esperanzas cuando se ha caído lo que ya teníamos seguro!


Sin embargo las palabras del profeta son claras: “¡ánimo! Zorobabel…, ¡ánimo! Pueblo entero. ¡Manos a la obra! Porque yo estoy con ustedes”. Así, el pueblo en general estaría esperando con ilusión que se repitan estas palabras y que alienten al pueblo. No es el recuerdo simple de los profetas, es la ilusión de despertar el ánimo también en el pueblo de Israel. Jesús despierta todos estos sentimientos y acepta la confesión de Pedro que lo concibe como el Mesías esperado. Pero todos estos sueños no vendrán por sí solos.


Sí es cierto que Jesús es el Mesías, pero para hacer realidad todo lo que los profetas han hablado se necesita pasar por la cruz de la entrega plena y sin condiciones. Muchas veces nosotros estamos dispuestos a sacrificarnos un poco, pero esperando la pronta recompensa… pero darnos gratuitamente, sin esperar nada cambio nos cuesta mucho. La construcción del Reino requiere hombres y mujeres que se den completamente y sin reservas, que puedan despertar esperanza en medio de las dificultades, que enciendan luces en medio de la oscuridad.


Pedro y los discípulos no entendían mucho este mensaje y también a nosotros nos cuesta aceptar estos caminos. Hemos caído en la tentación de una religión acomodada a nuestros caprichos, un Mesías de acuerdo a nuestros intereses, una relación con Dios conforme a nuestros gustos. Hoy nos acercamos a Jesús y le decimos que también para nosotros Él es nuestra esperanza, Él es nuestra luz, Él es nuestro Mesías, pero que nos ayude a comprender el camino de la cruz para hacer realidad su resurrección en nuestro mundo.

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