10/20/2011

Extendamos las manos a los Hermanos

En un mundo que se sumerge en tanta desventura, que pierde la esperanza, los que nos decimos cristianos no hemos sabido llevar “Evangelio”, “Buena Nueva”. Hemos visto corrientes de predicación que parecen golpear con la Biblia, aturdir con los mandatos, castigar, condenar y destruir. Asustar con terribles castigos o con finales catastróficos prontos a llegar. Pero eso no es evangelio, evangelio es Buena Nueva. Miremos de cerca la vida de Jesús y entenderemos que Él siempre devolvió dignidad al pobre, ternura al oprimido. Es maestro que da vida, es maestro que acerca a la salvación. Todos tenemos que ser discípulos y misioneros para que todos los pueblos en Jesús tengan vida y que nadie se quede con los brazos cruzados pues ser misionero es acercar a Cristo con creatividad y audacia a todos los lugares.
Cada vez que los cristianos, a lo largo de la historia, nos hemos confiado a nuestro propios medios: capacidades, palabras, dinero, alianzas, poderes, sustituyendo con lo humano el mensaje divino, cada vez hemos fracasado y el mensaje ha quedado desvirtuado, velado y empequeñecido. No nos hagamos ilusiones de arrojar demonios con signos y conjuros. Hay que expulsar el demonio de la ambición, del egoísmo, de la injusticia y de la opresión. Hablar un lenguaje nuevo: el lenguaje de hermanos, el lenguaje de la comprensión y del compromiso, el lenguaje que tiende la mano a todo hermano o hermana no importa de dónde venga o de dónde sea. Sanar a los enfermos: nunca será creíble una doctrina que olvide y deje en el abandono a los hermanos. La fidelidad a Jesús nos exige combatir los males que dañan o destruyen la vida.

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